También aprendemos a perdonar

Los de la foto son Emma y Duncan Woods con su hijo Jacob. Emma fue nombrada Neozelandesa del Año 2010, por un gesto poco frecuente. Emma cruzaba la calle con sus hijos Nayan, de 4 años, y Jacob de 6, cuando un coche les atropelló, causando la muerte de Nayan y heridas a la madre y al otro hijo. El coche lo conducía Ashley Austin, de 18 años. No iba bebido, ni drogado; derrapó al doblar una esquina.

Emma quiso conocer al conductor, le perdonó, le dijo que no debía echar a perder su vida por eso, y le dio un abrazo como despedida. «Duncan y yo tenemos puntos de vista parecidos, dijo Emma; fuimos criados en familias inteligentes y llenas de cariño, que supieron enseñarnos a tratar de ver siempre las cosas en perspectiva. Por supuesto, nos llenamos de ira hacia la situación y las circunstancias que la habían provocado, pero no nos pareció que volcar nuestras energías en mostrar nuestra rabia con Ashley fuese una buena idea, porque esto no iba a cambiar nada».  En el juicio, Emma pidió al juez que no enviase a la cárcel a Ashley.

Hay mucho de sentido común en la actitud de Emma y Duncan. Y, sobre todo, una actitud ética que merece aplauso. Y me permite sacar una conclusión: que uno esté dispuesto a perdonar no depende de su constitución psicológica, sino que se aprende. Las familias de Emma y Duncan les enseñaron a educar sus sentimientos y sus emociones, y cuando ocurrió la desgracia y las emociones se desataron, fueron capaces de sobreponerse a ellas. Sin duda, no querían a su hijo difunto menos que otros padres. Pero querían también a otras personas, incluyendo el que mató a su hijo.

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