Una alternativa para la crisis financiera europea

John Paulson propone hoy en el Financial Times que «La eurozona necesita un muro cortafuegos del estilo del que se montó después de Lehman» (el título es más corto, pero me he permitido darle una traducción libre; verlo aquí en inglés). La idea no es nueva; por poner un ejemplo, Charles Wyplosz viene proponiendo algo parecido desde hace tiempo (ver aquí «Un modo infalible de acabar con la crisis de la eurozona«, en inglés también).

No voy a entrar en los detalles, pero la idea sería la siguiente (me inspiro más en Wyplosz que en Paulson):

  • El Banco Central Europeo ofrecería una garantía sobre la deuda pública de los países sometidos a sospecha por los mercados financieros. Por ejemplo, se comprometería a pagar un 60% de toda la deuda pública española pasada, lo que equivaldría a poner un límite inferior al precio de esa deuda -y, por tanto, un límite superior a la prima de riesgo. Respecto de la deuda futura, la garantía podría ser del 100%, o menos. La garantía del pasado ayudaría a salvar a los bancos, limitando su pérdida por la parte de sus activos colocada en esa deuda pública. La garantía de futuro permitiría a los países -y a sus instituciones financieras- volver inmediatamente a los mercados y refinanciar su deuda o incluso emitir nueva deuda. 
  • De entrada, esto no crearía dinero, ni sería inflacionario. Simplemente, sería una promesa de pago futuro que, en muchos casos, no tendría por qué llegar a materializarse, si el país resulta ser solvente. Y si Grecia no lo es, como parece, al menos marcaría el nivel de riesgo de los poseedores de deuda griega. Por supuesto, el porcentaje de garantía no tendría por qué ser el mismo para todos los países, aunque la discusión sobre «por qué a los de tal país se le ofrecen más garantías que al mío» sería digna de ser grabada y publicada.
  • Por supuesto la disciplina fiscal seguiría siendo necesaria. De modo que habría que seguir adelante con las propuestas aprobadas en Bruselas hace unos días. Esa es la solución a largo plazo. Sin ella, todos trataríamos de aprovecharnos del Banco Central Europeo, sin hacer ningún esfuerzo por cerrar nuestros déficit. Lo mejor sería que cada país diseñase su propio límite al gasto y cómo conseguirlo, pero ya se ve que a la señora Merkel esto no le parecerá suficiente.

No he dado muchas vueltas a la propuesta, de modo que el lector encontrará, probablemente, muchos defectos. El más llamativo para mí está en el orden de los principios: el Banco Central Europeo no debe salvar a los gobiernos, sino a las instituciones financieras. Quizás una manera de solucionar esto sería atribuir la responsabilidad de esa garantía al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, con el respaldo, eso sí, del Banco Central Europeo,… No sé si la trampa funcionaría,…

De todos modos, sigo pensando que, mientras no haya un firme y creíble compromiso de todos los países de reducir sus déficit y su endeudamiento en un plazo razonable (Paulson habla de diez años), propuestas como esta se quedarán en el tintero. La visión de los diputados de la Liga Norte italiana protestando contra el plan de austeridad de Mario Monti es preocupante.

 

 

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