La cultura de la queja

Se ve que las quejas venden. Hace ya bastante tiempo que la prensa dedica un amplio espacio a recoger la opinión de los lectores, opinión que suele ser un conjunto de quejas, incluyendo fotografías de bancos públicos rotos, agujeros en las aceras o contenedores de basuras mal situados. Yo suponía que la capacidad de protesta de los lectores debía ser infinita, pero, al final, se encuentran las mismas fotografías en los distintos medios, quizás enviadas por los mismos lectores. Parece que no quieren ser menos que sus colegas de la misma ciudad.

Me parece que los editores de periódicos (y lo mismo podemos decir de otros medios de comunicación, claro) están perdiendo una oportunidad magnífica para poner en práctica esa labor docente que siempre hemos oído que deben tener los periodistas. Porque -¿no lo saben?- estamos en una situación financiera muy difícil, que afecta, sobre todo, a las cuentas públicas. No hay dinero para todo. Y claro que sería bueno, sobre todo para los vecinos del barrio, que el ayuntamiento cambie aquel banco roto, o el contenedor estropeado. Pero… lo siento, no hay dinero.

¿Qué tal si la prensa ayudase un poco a crear en la ciudadanía la idea de que no podemos tener todo lo que queremos, que eso de la austeridad no es una maniobra de la derecha o de la banca para quitar el dinero a los pobres? Bueno, puede que la línea política del periódico sea contraria a la del alcalde. Pero seguramente podríamos encontrar cientos de cosas en las que criticarle, y no hacerlo en lo que, ahora, es no solo una prioridad de partido, sino de país.