Qué clase de animales somos

Con perdón de los animales, que no tienen ninguna culpa de parecerse a los humanos. Ayer estuve, como parte de mi descanso veraniego, en un parque de la naturaleza, rodeados de niños que gritaban al ver a los elefantes, los tigres y los monos, y que corrían a visiar a los leones y a los jaguares, aunque luego no veían nada,  porque hacía mucho calor y todos los animales estaban tumbados. Los únicos que gastaban energía eran los niños, y sus padres, para satisfacción de los restaurantes y de los vendedores de helados.

Pude ver una demostración de leones marinos y otra de aves rapaces. En ambos casos, después de cada actuación del animal en cuestión, el entrenador le daba, puntualmente, un pescado o un trozo de carne. El adiestramiento de esos animales es eso: acción (mueves las aletas como si aplaudieses) y reacción (pescado). Y a esto le sigue el aplauso de la chiquillería.

He pensado sobre aquella conducta animal leyendo esta mañana noticias de prensa sobre la Reserva Federal norteamericana y la esperada acción para reanimar la economía, que debe sufrir también de los calores veraniegos -y otro tanto podría decirse del Banco Central Europeo. Acción: la autoridad monetaria anuncia un plan de estímulo. Reacción: sube la bolsa y baja la prima de riesgo. Consecuencia: los medios aplauden, diciendo que eso es lo que debe hacer un banco central.

Comentando con unos amigos la reacción de los animales en las exhibiciones, llegamos a la conclusión de que, probablemente, no debe haber otro modo de adiestrarlos. Pero en el caso de los seres humanos, las alternativas son muchas y, sobre todo, la libertad de los agentes hace que los resultados no siempre coincidan con lo esperado. Los mercados piden medidas de estímulo porque les interesan; sus consecuencias a largo plazo son poco relevantes para entidades que operan pensando en el corto plazo; el año que viene, será otro directivo el que esté aquí, u otro analista el que se siente en esta mesa, y eso yo no me interesa. Y la prensa alaba la medida, porque le ofrece un buen titular; si el año que viene la lamentamos, bueno, pues ya tendremos un buen titular el año que viene.

Un león marino encerrado en un parque espera toda su comida de la buena voluntad del cuidador, de modo que lo que este diga es lo mejor para aquel, sin duda alguna. Los agentes de un mercado no son animales encerrados. Es una pena que los sometamos al mismo ejercicio de acción y reacción que, por cierto, es más vistoso en el caso de los leones marinos.

Aunque hay otra manera de ver el tema. Suponga un león marino superinteligente, que diseña un juego consistente en dejarse atrapar, que lo lleven a un parque, que los cuidadores le enseñen a hacer cosas, que convoquen al público, que él haga esos ejercicios sencillitos y que acabe teniendo una vida, aburrida, pero mucho más placentera que la del que tiene que ganarse la comida cada día peleando con ballenas, tiburones y delfines. O sea, imagínense unos agentes económicos que montan unos mercados para cuyo buen funcionamiento conviene que haya unos bancos centrales que hagan unas cuantas cosas de vez en cuando, que les vengan bien a los mercados y que atraigan los aplausos del público. ¿No será algo de esto lo que nos está pasando? La diferencia con el león marino es que, si a este le sale mal su estrategia, pasará mucha hambre, mientras que el mercado puede causarnos muchos problemas a todos,…

Hace unos cuantos años, lo que se esperaba de un banco central es que estableciese una estrategia pasiva, la cumpliese y se olvidase del día a día. Aquella era otra manera de adiestrar a los mercados, más agresiva para estos, pero no necesariamente para nosotros. Ahora tenemos la mejor combinación de unas autoridades monetarias orgullosas, que se creen las salvadoras de todo y que, por tanto, necesitan acudir al trapo de cada mínimo movimiento en el entorno, hoy subiendo los tipos, mañana bajándolos, hoy manifestando su disposición a luchar contra la inflación y mañana expresando su preocupación por la deflación, y unos mercados codiciosos, que quieren que el banco central les dé su ración de pescado cada día. Y nosotros… a aplaudir, como los niños del parque.

4 thoughts on “Qué clase de animales somos

  1. Realmente genial… Todo parece tan simple y a su vez tan complejo… Los mercados son lo que son… Un mecanismo para unos pocos a costa de lo ppoco de muchos. Y si no… En que quedo la propuesta de un Obama que quiso terminar con el trading de los bancos?… Los domadores de leones marinos siguieron siendo los reyes. Me pregunto lo siguiente: es ético para un gestor en favor de sus accionistas ponerse corto contra sus propias acciones? O seria correcto que el estado vendiera CDS para ingresar una prima y por tanto unos recursos? Al fin y al cabo si su deuda es fallida también lo seria para la contrapartida, es decir el comprador de esa prima. Si es un mercado que las operaciones de cobertura son mínimas y se tiene como objetivo la especulación… Porque no puede actuar también el Estado.
    Gracias

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