Lo que podemos aprender de los delincuentes

Hace unos días, el 11 de junio para ser más exacto, Andrés Betancor, Catedrático de Derecho Administrativo, publicó un artículo en Expansión titulado «Las enseñanzas de los delincuentes«, a propósito de entrevistas a convictos «de cuello blanco» en una publicación norteamericana. Ilustrativo. Recojo aquí algunas de sus ideas.

La motivación: la codicia, que «alienta el riesgo, el miedo lo refrena pero aquella gana, termina ganando. Una espiral hacia el abismo». Deduzco que no estamos ante una oportunidad que se presentó, nos sedujo y acabamos cometiendo un error. No hay aquí un error, sino una cadena de acciones, por la que la codicia acaba arrastrando el delincuente -y probablemente, no solo la codicia: también las ganas de sentirse triunfador, de conseguir lo que otros no han conseguido, de ser «mejor»… En fin una combinación de vicios -Betancor cita, por ejemplo, la arrogancia.

«Se les interroga sobre el efecto disuasorio de la prisión. La respuesta es unánime: no existe, o es muy bajo». Bueno, a lo mejor tenemos que cambiar la estrategia con la que tratamos de conseguir erradicar esos delitos, basada en el castigo. «Los delincuentes de cuello blanco toman precauciones, por lo que la posibilidad de ir a la cárcel no les va a disuadir».

«El mercado no es justo. Así lo aseveran todos. No es justo, especialmente con el pequeño inversor. Las ganancias de los grandes se hacen sobre el perjuicio de estos. No se enteran, vienen a decir. Son la víctima propiciatoria». Bueno, así es como actúan ellos, ¿no? Parece que la idea de que el mercado no es justo les viene muy bien para justificarse. «¿Es justa la vida? No es justa ni injusta. La vida de la selva no lo es ni pretende serlo». El ejemplo es atractivo, pero no es correcto. En la selva, el león se come a la gacela porque eso es lo que le dicta el instinto, y eso no es justo ni injusto. En el mercado, una persona hace daño a otra, y eso sí que es justo o injusto. Claro que podemos vivir como en la selva, pero esta será una vida muy poco humana. Se supone que somos capaces de ir un poco más allá de los animales, ¿no?

Las auditorias tienen su parte de culpa, porque crean un falso sentido de seguridad, cuando la detección de los fraudes es imposible.

Los reguladores no están a la altura del reto al que se enfrentan. Están escandalosamente infradotados, son como reclutas en un campamento. Y cuando aprenden algo, se pasan a la empresa privada, para hacer todo lo contrario de lo que han aprendido. Ojo: la financiación de ese aprendizaje se ha llevado, generosamente, con cargo a los bolsillos de los ciudadanos. ¿También esto no es justo ni injusto?

El blindaje reputacional es clave, «si tienes una buena imagen, eres un buen comunicador y te relacionas con las personas adecuadas». Betancor aconseja no dar por supuesta esa reputación, y hacer alguna que otra llamada telefónica para aclarar algo que quizás no sea tan bonito como parece. El consejo viene de Madoff, que, decía, estuvo siempre temiendo la llamada telefónica a su banco, para preguntar si el dinero seguía allí. La llamada no se produjo. Y el dinero, claro, ya no estaba allí.

Btancor acaba recordando que «es imprescindible la labor civilizadora del Derecho«. Buen consejo. Claro que si ese Derecho se limita a la transparencia para ganar esa reputación, o a la sanción para castigar al culpable, no llegaremos muy lejos. La ética sigue siendo necesaria. La ética de la persona y, sobre todo, la ética que se materializa en instituciones, normas y reglas que hacen la vida más justa, no tan selvática, más humana y más eficiente.

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3 thoughts on “Lo que podemos aprender de los delincuentes

  1. Excelente «llamada de atención». Es algo que seguirá ocurriendo mientras la micro y la macro sigan «divorciadas» como preconizaba el profesor Lucas. No se trata de quitar libertades sino de no dejar que haya quien se aproveche de ellas.
    Los números de la economía no pueden ser «acomodados». Los números MIDEN algo y si esa medida no se ajusta (de justicia) a las interacciones entre libertades, seguirá ocurriendo aquello.

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