Ayer tuvimos en el IESE en Barcelona una sesión del programa de continuidad para Antiguos Alumnos, sobre «La importancia del Compliance en el mundo empresarial», con mi colega el profesor Jordi Soley y dos invitados muy cualificados, Alain Casanova, de KPMG, y Eduard Pérez Olmo, de Bureau Veritas. Como el mérito no es mío, sino de los invitados, puedo decir que la sesión fue un éxito.
El motor próximo de la sesión fue la proximidad de nueva legislación española que obligará a las empresas no solo a ser buenas y parecerlo, como se decía de la mujer del César, sino a poder mostrar que ponen los medios para ser buenas y para parecerlo -cargando con las consecuencias si ellas, o alguno de sus empleados o directivos, no actúan como deben. A la hora de cerrar la sesión, dije unas pocas cosas sobre el tema:
- La compliance es necesaria. Está aquí para quedarse. No se darán pasos atrás, al menos por ahora.
- Funcionará a saltos, claro, dependiendo de las ganas que tengan las autoridades y los jueces de hincarle el diente al tema. Pero el interés irá creciendo.
- Compensa a las empresas adelantarse, procurando convertir en ventajas competitivas lo que empezará siendo un conjunto de obligaciones molestas.
- Afecta a toda la empresa. Debe empezar, pues, por la cúpula, que se la debe tomar muy en serio. La sospecha de que «el jefe» solo está preocupado por la cosmética matará todo intento de convertirla en algo provechoso. Porque la clave no está en cumplir o no la ley, sino en convencernos de por qué hay que cumplirla y por qué a nosotros nos conviene cumplirla. Todo lo demás es cosmética.
- No es un problema solo jurídico, sino también ético. Y de buen gobierno. En definitiva, o buscamos la excelencia o la compliance se convertirá en una carga pesada.
- Tiene mucho que ver con la Responsabilidad Social, o sea, por la responsabilidad de la empresa por sus impactos sobre la sociedad: la compliance es, en definitiva, los procesos por los cuales se canalizan esos impactos y esas responsabilidades.