Sobre la educación y sus deficiencias (II)

Vuelvo sobre el artículo de Gregorio Luri en la Revista Economica de Catalunya, que empecé a comentar en una entrada anterior, después de recoger algunas deficiencias del sistema educativo español. Quiero subrayar que, según el autor, no es cuestión de organización, ni de medios técnicos o económicos, sino de actitudes más de fondo, en la escuela y en la universidad.

  • Si la mayoría de las escuelas españolas fuesen sociedades anónimas, sus accionistas estarían furiosos «por la falta de dos cosas: ambición y transparencia en la gestión». Me imagino a los funcionarios (públicos y privados) diciendo que, gracias a Dios, una escuela no tiene por qué ser una sociedad anónima. O sea, que una escuela es, a menudo, una casa sin dueño. De ahí las dos cosas que Luri denuncia.
  • «Ninguna escuela puede ser mejor que sus docentes». Pero, claro, no tenemos los instrumentos para corregir esto, que son el despido de los malos maestros, y una remuneración acorde con la eficiencia, no con la antigüedad. «El actual modelo salarial en la enseñanza no es efectivo, por que la excelencia se encuentra infravalorada y la mediocridad sobrevalorada». Más claro, el agua.
  • Pero vamos a repartir bofetadas también en otros ámbitos. «La escuela difícilmente podrá poner en valor el talento si la sociedad no la acompaña en esta tarea. La meritocracia es una causa imperfecta, como lo es la escuela. Pero es también una causa noble porque, al estimularnos a dar lo mejor de nosotros mismos, nos impide caer en el fatalismo pesimista que acostumbra a ir asociado a la pobreza (…) Si no parece molestarnos demasiado la mediocridad de nuestras ambiciones escolares es porque hemos hecho de la mediocridad un extraño valor». 
  • Vuelta a los errores en la pedagogía o, en este caso, en la sociología, la filosofía y la ética de la sociedad. «Mientras el ideal de la moral del sentido común es un mundo en que todo el mundo mantenga su fidelidad a sus compromisos, el ideal de la people of fashion es un mundo sin frustraciones. La moral del sentido común confía en que la felicidad posible para el hombre dependa del esfuerzo mantenido a lo largo de una vida virtuosa, la moral fashion cree que, si no somos felices, estamos de alguna manera excusados del deber de ser morales».

El tema da para más. Volveré otro día.