Pero… ¿qué es la ética?

Hace unos días tuve una sesión con un Consejo de Administración en Lisboa, sobre la ética de los consejeros; ya he hablado de esa reunión en otra entrada. Me hicieron, como es lógico, algunas preguntas.

Una era si la ética no es demasiado estricta: en definitiva, dice si algo está bien o mal, y no hay vuelta de hoja. Bueno, eso es lo que mucha gente cree; de hecho, los seres humanos no somos monocolores, sino que admitimos muchas variantes. Por eso, hay algunas decisiones éticas que son claramente malas: por ejemplo, no se puede matar voluntariamente a un inocente, por muchas cosas buenas que esto pueda producir (no entro aquí en otros detalles, como si se puede dejar morir a alguien, o no evitar su muerte). Fuera de estas, que en el mundo de la empresa son muy pocas, tenemos una amplia gama de cosas muy buenas, buenas, regulares, malas y muy malas. O sea, la ética no es, habitualmente, monocolor. Y esto es lo que hace la vida tan interesante. Dar dinero a una persona que padece necesidad económica puede ser muy bueno, pero hacerlo para justificarme, para quedar bien, para parecer bueno… ya no es tan bueno. Y, por supuesto, darle dinero con la condición de que lo use para hacer daño a otro es claramente malo… Del mismo modo, robar es malo, pero robarle la pistola a un asesino que está dispuesto a usarla parece que está bien, ¿no?

Otra pregunta iba por el lado contrario: la ética es demasiado flexible, variable; la ventaja de la ley o la regulación es que es (a menudo, pero no siempre) muy clara: o blanco, o negro. Bien, pero, primero, la ley no es tan clara (hecha la ley, hecha la trampa, dice el refrán), no puede contemplar todas las situaciones posibles, es reactiva, a veces no es justa… Y la ética puede parecer etérea, imprecisa… pero solo si no estamos dispuestos a trabajarla. La ética incluye normas, a veces claras, a menudo no tanto. Y bienes: haz el bien, todo el bien que puedas… ¿Todo? ¡Oh, cielos!, esto es muy ambicioso… Bueno, ya se ve que la ética puede ser enormemente exigente… Y practica la virtud.

¡Ah!, esto de la virtud es importante, porque la ética, ya lo he dicho, es cuestión de sí o no, sino de matices. Para alguien muy, muy egoísta, levantarse del asiento en el autobús para que se siente un minusválido puede ser un acto heroico; para una persona generosa, eso debe ser lo habitual… Cuando adquieres la virtud de la generosidad, o la humildad, o la sinceridad, vas avanzando, puedes hacer más cosas y tienes un cierto deber de hacer más cosas. Por eso, la ética es tan importante: San Agustín decía (quizás en un entorno que no era el de la ética laica): si dices basta, estás perdido. 

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