Una economía del don

En la sesión que tuvo lugar en Sant Julià de Lória, Andorra, a la que me he referido en una entrada anterior, participaron también dos eminentes colegas, Carlos Losada, de ESADE, y Francesc Torralba, de la Universidad Ramón Llull. Ahora quiero recoger algunas ideas que escuché a este último; espero que me perdone por atraverme a publicar sus ideas, pero me parece que son muy interesantes.

El profesor Torralba explicó las bases antropológicas de la economía convencional, que él llamaba «economía del ego»: 1) El ser humano es capaz de libertad que, en ese paradigma se identifica con la libertad de elegir. 2) Se mueve solo por el interés propio; todas sus elecciones se hacen en función de sus preferencias e intereses personales. 3) El «otro» es, por definición, un competidor, porque sus intereses no coinciden con los míos. Por tanto, no puede haber cooperación desinteresada, salvo que nos pongamos de acuerdo en una transacción que beneficie a ambos, como ocurre en el mercado.

La economía del ego funciona, y la aplicamos frecuentemente. Lo que falla aquí es pretender darle el monopolio de la conducta humana. El profesor Torralba presentó los supuestos de la «economía del don», que no es tanto una alternativa como un complemento. 1) El ser humano es capaz de libertad, como en el otro modelo (aunque ha recibido ya muchas cosas que no ha elegido, como la misma vida). 2) Soy un don; soy el resultado de miles de regalos que me han hecho en mi vida y que siguen haciéndome ahora. 3) Estoy hecho para el don; el «otro» no es, no puede ser, un enemigo.

Todo esto lo explicaba no a partir de un a priori filosófico, sino de la constatación de numerosas facetas de nuestra vida en las que el don está presente y dominante: las relaciones familiares (a pesar de lo que dijese sobre esto el premio Nobel Gary Becker), el ámbito social (cuando la gente da cosas a otros, tiempo, por ejemplo, sin esperar nada a cambio, ni ahora ni en el futuro); las empresas sociales y cooperativas, donde se pone de manifiesto esa existencia del don; en el ámbito de las iglesias y, finalmente, en el terreno de la ecología.

El profesor Torralba insistió en que no se debía ser maximalista: el hombre no es solo un ser que da de manera desinteresada; basta mirarnos al espejo para darnos cuenta de esto. Pero sí es un ser capaz de don, de dar y de recibir dones. Y esto basta para romper el monopolio de la economía del ego.

Antonio Argandoña es Profesor Emérito de Economía del IESE.

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