¿Por qué quiero ser accionista de la empresa familiar?

paciencia«Tengo el 11% del negocio de la familia. Sé que mi opinión cuenta y esto es muy importante para mí, tanto emocional como económicamente. Sé que tengo derechos y responsabilidades como accionista y esto me hace sentir económicamente estable, pues sé que soy dueño de parte del patrimonio familiar», comenta un participante de un estudio cualitativo realizado por la Cátedra de Empresa Familiar del IESE sobre las estrategias para desarrollar una propiedad psicológica fuerte y positiva en los miembros de la siguiente generación.

La propiedad psicológica favorece que en las empresas familiares surja el capital paciente que ayuda a que este tipo de empresas, bien gobernadas, supere los tiempos de crisis con mayor facilidad que las empresas con un accionariado menos cohesionado y con mayor presión por el reparto de dividendos.

Pero la paciencia tiene un límite. Si en la empresa se procede sistemáticamente a reinvertir todos los beneficios, en lugar de repartir una parte en forma de dividendos, se corre el riesgo de enrarecer el ambiente y provocar frustración en algunos accionistas, pudiendo llegar a crear tensiones entre los que trabajan y los que no trabajan en la empresa.

Ser accionista da derecho estar informado, votar y recibir compensación económica por la inversión efectuada. La propiedad psicológica, tiene otros atributos y genera otro tipo de satisfacción, pero no incide directamente en el nivel de ingresos.

El accionista que a su vez trabaja en la empresa aceptará con menos resistencia no recibir dividendos, porque entiende que de ello depende que la empresa siga creciendo y pagando nóminas. Entre ellas la suya. Pero el accionista que no trabaja en la empresa tiene otro punto de vista.

Tarde o temprano empezará a plantearse la pregunta “¿Por qué quiero ser accionista de la empresa familiar?”. Si no obtiene una respuesta convincente y la empresa familiar no tiene regulada la venta de acciones fuera de la familia, el accionista estará en su pleno derecho de venderlas y de este modo cambiar la estructura accionarial de la empresa. Con el tiempo, otros accionistas pueden optar por la misma solución y finalmente dejaremos de tener una empresa familiar.

Desde el punto de vista de mercado es una situación completamente legítima. Sin embargo hay un factor que ayuda a las empresas familiares a superarla. Es la visión compartida a largo plazo. Es lo que transmiten las palabras del participante del estudio antes mencionado: “Sé que tengo derechos y responsabilidades como accionista y esto me hace sentir económicamente estable, pues sé que soy dueño de parte del patrimonio familiar”. La empresa forma parte del patrimonio familiar y con su crecimiento el patrimonio crece. Es lo que favorece el capital paciente y hace que los accionistas resistan estoicamente una o más cenas de Navidad sin dividendos. Pero conviene no poner a prueba la paciencia de los accionistas.

Pregunta para el lector: ¿Por qué quieres ser accionista de la empresa familiar?