Corrupción: ¿un duro golpe al relativismo ético?

corrupcion5Dos formas de relativismo ético han dominado gran parte de la cultura europea hasta nuestros días. Por una parte el subjetivismo, o relativismo individual, que sostiene que cada uno tiene su propia moral y no hay otra fuera de lo que cada uno pueda pensar u opinar. Por otra parte, el relativismo cultural, según el cual es la sociedad y, en general,  cada entorno cultural, quien define qué está bien y qué está mal, qué es aceptable y qué no lo es. En los últimos tiempos, sin embargo, parecen emerger ciertos absolutos morales o, como ahora se dice, unas líneas rojas que no se deben traspasar.

La experiencia nazi, de amargo recuerdo, influyó en la promulgación de la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU en 1948, en cuyo Preámbulo se afirma “la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”, subrayando que “el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”. En los años siguientes se ha defendido con fuerza muchos derechos humanos y  se han rechazado acciones irrespetuosas, más allá del relativismo. Tal es el caso de los derechos de los minorías, la lucha contra el maltrato doméstico y las acciones en defensa del medio ambiente.

La prensa no deja de sorprendernos, casi a diario, con casos de corrupción que afectan a personas muy conocidas en la vida política y, en ocasiones, suponen verdaderas tramas organizadas. Nadie lo justifica. No he leído en ninguna parte de alguien que abogue por el relativismo al hablar de actuaciones corruptas en el ámbito económico. Podrían haber dicho: “eso está mal para ti, pero no para otros, así que no lo critiques”. Ni tampoco, “está mal porqué la sociedad no lo acepta, pero no porque sea malo por sí mismo”. Al contrario, la respuesta social ante casos de corrupción, supuestos o reales, lleva a críticas incondicionales.

No se afirma que el soborno está mal porqué la sociedad no lo acepta, ni tampoco que aquí esta mal, pero allá no. Es verdad que algunas sociedades son más tolerantes que otras en materia de sobornos, pero eso es la apreciación social, no la norma moral, ni tampoco legal. Lo que es ‘corriente’ (usual) no significa que sea ‘normal’ (normal viene de norma) aunque a veces se confunda. No conozco ningún país del mundo en el que el soborno no sea un delito. Otra cosa es el grado de efectividad en su denuncia y persecución, pero la norma legal prohibitiva existe, y la ética también.

Uno pensaría que la toma de consciencia de la maldad de la corrupción, por parte de tanta gente es un duro golpe contra el relativismo. ¡Alguna cosa habrá que no sea relativa! Pero no hay que echar las campanas al vuelo. El relativismo parece selectivo, para algunas cosas no, para otras sí. Algunos claman con enorme energía sobre el grave problema de la corrupción que existe en nuestro país, exigiendo todo tipo de dimisiones. Claro que la corrupción es un grave problema, pero ¿qué decir de las 120.00 vidas humanas segadas por aborto en el último año? Tenemos una ley de plazos para el aborto, que da derecho a matar seres humanos en su fase prenatal. Eso parece no escandalizar a estos que tanto lo hacen por los sobornos. Al contrario, se tiene por una “conquista social”. El mensaje es claro: fuertes exigencias éticas para cuestiones económicas y relativismo moral para la vida humana. El aborto –se dice– es un tema de conciencia personal. ¿No será que en lugar de ética priva cierta ideología? El relativismo moral sigue vivo en muchas personas influyentes y es necesario combatirlo si queremos un mundo más humano.

 

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4 thoughts on “Corrupción: ¿un duro golpe al relativismo ético?

  1. Magnífico artículo ! Profunda reflexión sobre el relativismo que invade desgraciadamente nuestra sociedad. Hay verdades absolutas que no puede relativizarse.

  2. Thank you for these insights. From my experience and observation, I would argue that, to some extent, the confusion between what’s «usual» and what’s «normal» follows from contemporary Christian-democratic political parties in Continental Europe. The «usual» tends to become defined as what a majority would vote for and as Christian-democratic parties are increasingly shifting onto their democratic leg at the expense of the Christian, public opinion fails to notice this and, without much questioning, starts to adopt the idea that «majority rules» is in fact in line with Christian thought – as this is what people observe Christian-democrating parties to be endorsing.

  3. Por la corrupción generalizada y sus devastadoras consecuencias en la sociedad, parece claro que una sólida y buena educación en ética no debería ser menos importante que, por ejemplo, en matemáticas.
    ¿Por qué no un ambicioso programa común y global de educación obligatoria en ética durante todo el período escolar?
    Un programa común de valores y principios compartidos por las diversas culturas y religiones del mundo representadas en la ONU.
    Un plan de acción educativa común y global que lleve a una efectiva realización práctica la «Declaración de Responsabilidades y Deberes Humanos» promovida por la UNESCO. En dicha declaración, capítulo 3, titula el artículo 15 como «La obligación y responsabilidad de erradicar la corrupción y establecer una sociedad ética».
    Y qué mejor manera de trabajar por una sociedad más ética que actuar en la «semilla»: la persona humana.

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