Keynes y el pesimismo económico

En 1930 John Maynard Keynes escribió un breve ensayo sobre el pesimismo económico que prevalecía en su tiempo, dominado por la Gran Depresión, que duró desde 1928 hasta la Segunda Guerra Mundial. Su título: “Las posibilidades económicas de nuestros nietos”. Incluyo aquí algunos párrafos que me han parecido significativos. La traducción es mía. He procurado respetar el estilo del autor (de frase larga y, en mi opinión, algo farragoso). Agradezco a Fran Gil que me lo haya enviado para que diera mi opinión.

 “Estamos sufriendo ahora un mal ataque de pesimismo económico. Es frecuente oír que la época de enorme desarrollo económico que caracterizó el siglo XIX se ha acabado; que el ritmo de mejora en los estándares de vida claramente se ralentizará; y que un declive en los niveles de prosperidad es mucho más probable que una mejora, en las décadas próximas.

Creo que esto es una interpretación muy errónea de lo que nos está pasando. Estamos sufriendo no por los achaques de la vejez sino por los dolores crecientes que los cambios rápidos producen, por los reajustes de un periodo económico a otro. El aumento de eficiencia técnica ha ocurrido tan rápido que no podemos gestionar el problema de la absorción del empleo; la mejora de los estándares de vida ha sido quizá demasiado rápida; el sistema monetario y bancario ha impedido que los tipos de interés bajen tanto como requiere el equilibrio.

La presente depresión mundial, la enorme anomalía del desempleo en un mundo lleno de necesidades, los desastrosos errores que hemos cometido, nos ciegan para ver lo que realmente está sucediendo bajo la superficie, la verdadera interpretación de las tendencias que están ocurriendo. Por eso predigo que los dos errores opuestos consecuencia del pesimismo y que hacen tanto ruido hoy en día se probarán falsos en nuestro propio tiempo: el pesimismo de los revolucionarios que piensan que todo está tan mal que nada nos puede salvar salvo el cambio violento; y el pesimismo de los reaccionarios que consideran que el equilibro de nuestra vida económica y social es tan precario que no podemos arriesgarnos con experimentos.

Mi propósito sin embargo en este ensayo no es examinar el presente o el futuro próximo, sino liberarme de las visiones a corto plazo y tomar alas para adentrarme en el futuro. ¿Qué podemos esperar razonablemente sobre nuestro nivel de vida económico dentro 100 años? ¿Cuáles son las posibilidades económicas de nuestros nietos?

Desde los tiempo más antiguos de los que tenemos testimonios, digamos dos mil años antes de Cristo, hasta el principio del siglo XVIII, no hubo grandes cambios en los estándares de vida del ciudadano promedio que vivía en los centros civilizados de la tierra… Esta lenta tasa de progreso, o falta de progreso, se debía a dos razones: a la llamativa ausencia de importantes avances técnicos y al a la inexistencia de acumulación de capital.

La ausencia de importantes inventos técnicos entre la prehistoria y los tiempos modernos es realmente llamativa. Casi todo lo que realmente importa y que el mundo poseía al inicio de la edad moderna ya era conocido por el hombre en el amanecer de la historia. El lenguaje, el fuego, los mismos animales domésticos que tenemos hoy, el trigo, la cebada, el vino y el aceite, el arado, la rueda, … las velas, el cuero, los tejidos, los vestidos, ladrillos, mortero, oro y plata, cobre, latón, hierro, se añadieron a la historia antes del año 1.000 AC. Además, banca, matemáticas, astronomía, religión… No sabemos desde cuando poseemos todas estas cosas.

La edad moderna comenzó, creo, con la acumulación de capital que empezó en el siglo XVI…. Pienso que el origen de las inversiones extranjeras británicas está en el tesoro que Drake robó [sic] a España en 1580. De esto modo, cada libra que Drake trajo en 1580 se ha convertido ahora en 100.000 libras. ¡Tal es el poder del interés compuesto!

Desde el siglo XVI, y con un crescendo acumulativo después del XVIII, empezó la gran edad de la ciencia y de los inventos técnicos, que desde el inicio del siglo XIX ha sido una riada: carbón, máquina de vapor, electricidad, petróleo, acero, caucho, algodón, las industrias químicas, las máquinas automáticas y los métodos de producción masiva, la telefonía sin hilos, la imprenta…

¿Cuál es el resultado? A pesar del enorme crecimiento de la población del mundo, a la que ha sido necesario equipar con casa y máquinas, el estándar de vida promedio en Europa y Estados Unidos se ha multiplicado, creo, por cuatro. El crecimiento del capital ha sido de una escala, más allá de las 100 veces lo que habíamos conocido en previas épocas. Si el capital aumenta, digamos, un 2% anual, habrá aumentado un cincuenta por ciento en veinte años y se habrá multiplicado por siete veces y media en 100 años. Pensemos en ello en términos de cosas materiales, casas, transporte y similar.

Al mismo tiempo, los avances técnicos en producción y transporte han progresado a mayor ritmo en los últimos diez años que nunca antes en la historia… Hay evidencia de que los revolucionarios avances técnicos que han afectado hasta ahora principalmente a la industria, puedan pronto estar atacando a la agricultura. Podemos estar en el albor de mejoras en la eficiencia de producción de alimentos tan importantes como las que han ocurrido en minería, producción y transporte. En unos años, dentro de nuestro tiempo me refiero, quizá podamos ser capaces de realizar todas las operaciones de agricultura, minería y producción con solo una cuarta parte del esfuerzo humano a que hoy estamos acostumbrados.

De momento, la especial rapidez de esos cambios nos daña y nos trae problemas difíciles de resolver… Nos aflige una nueva enfermedad de la que algunos lectores no habrán oído todavía su nombre, pero de la que oirán en abundancia en los años venideros: el desempleo causado por la tecnología. Es decir, desempleo debido al descubrimiento de medios para economizar el trabajo y a un ritmo tal que no podemos encontrar nuevos usos para ese trabajo.

Pero esto es solo una fase temporal de falta de ajuste. Todo esto quiere decir que en el largo plazo la humanidad está resolviendo su problema económico. Me atrevo a predecir que el estándar de vida en los países desarrollados, de aquí a cien años, será entre cuatro y ocho veces más alto que el de hoy”.

Hasta aquí Sir John Maynard Keynes. Keynes acertó en todas sus previsiones. No por profeta, sino por tener sentido común y observar la realidad , alejado de los comentarios sensacionalistas del momento. Durante la reciente crisis hemos oído los mismos comentarios pesimistas y sensacionalistas. Y también han surgido tendencias revolucionarias. Pero conviene no perder la perspectiva. Las reflexiones de Keynes ayudan a ello.


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3 thoughts on “Keynes y el pesimismo económico

  1. Gracias Eduardo por comentar. Da mucho de si el artículo.
    Gracias tb @matovarm x comentar. El mérito es de Susana @sarmingau q es quien me pasó el texto y con quien reflexione antes de enviar a Eduardo 😉

  2. Me ha encantado este artículo, realmente Keynes acertó al 100%. Sus reflexiones son muy actuales, y no hay nada mejor que mirar atrás para ver que la evolución humana es constante hacia mejor en términos medios, aunque también es cierto que muchas personas lo pasan muy mal en los intermedios y en el proceso de adaptación de estas mejoras.
    Muchas gracias Eduardo por compartirlo.

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