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Abuelos e identidad familiar

«De la estabilidad de dos depende la felicidad de muchos«. Así acaba el artículo que publicamos en La Vanguardia con Maruja Moragas el 9 de febrero como reconocimiento a la gran labor de los abuelos tantas veces callada y no reconocida. Os invito a leerlo [1]. También os animo a leer una respuesta al mismo de Mercedes Pàniker en formato de Carta de los Lectores del mismo periódico bajo el título «Qué lujo ser abuela».

Dirijo estas lineas a Nuria Chinchilla, una de las autoras del artículo «Abuelos e identidad familiar» (9/II/2010). Permítame que complete sus reflexiones como abuela de ocho nietos. La abuela es generalmente quien ejerce el papel formal. Fue mi madre la que cuidaba de mis hijos cuando tenía que viajar por trabajo. Es la abuela la que ejerce de madre en ausencia de los padres. La responsabilidad de la abuela es deliciosa: cuidar, dar afecto, mimo, ternura y no educar. Las abuelas amamos sin fronteras, sin preocupaciones de futuro.
El presente lo gozamos y lo sufrimos, pero desde lejos, sin la preocupación de tomar decisiones. Ser abuela es un privilegio. Muestras afecto, sin opinión, sin consejo, sin críticas, sencillamente amor sin condiciones, por ser los hijos de tus hijos. Siento que la abuelalgia es una preciosa institución. Se ama sin porqué, con total libertad, sin juzgar, y al mismo tiempo se recibe información de la nueva generación, sin juicios, aceptado las costumbres, las crisis de adolescencia, la inocencia de la infancia. Es entrar en un mundo desconocido guiada por un amor incondicional. ¿No le parece un privilegio?
MERCEDES PÀNIKER

¿Deben los abuelos educar? La polémica está servida.