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El poder de una palabra

Mientras estoy en Manila, acompañada de mi marido, para impartir sesiones dentro del Programa 10,000 Women de Goldman Sachs, recibo el último ensayo de nuestra hija que parece completar el anterior sobre el silencio [1]. He vuelto a quedar gratamente sorprendida de su alcance y por eso os lo facilito por si queréis disfrutarlo como yo.

EL PODER DE UNA PALABRA – Mª NURIA FERRER-CHINCHILLA

Austin ha despertado en mí un mundo nuevo. ¿Qué es eso de que hacemos cosas con las palabras? Realmente apasionante. Todo lo que sale de nuestra boca expresa algo y nos afecta sin que podamos evitarlo. Un simple gracias conlleva mucho más que ese sonido y no dejará al receptor indiferente. Cada una de las palabras que pronunciamos va configurándonos, va haciéndonos nosotros mismos.

Las palabras son consideradas por muchos como una mera herramienta descriptiva. Para mí no eran más que eso hasta que descubrí la filosofía, y con ella a Austin, planteándome así las cosas más bellas y más sencillas, que precisamente por eso pasan desapercibidas en nuestro ajetreado día a día. Contemplar estos asuntos nos ayuda a ser más humanos, a conocer nuestra hermosa condición con la que hemos sido creados.

Retomando el tema que me concierne, una palabra es mucho más que un conjunto de signos; una palabra expresa nuestro yo más íntimo, nos define ante el otro. El modo cómo la pronunciemos, el énfasis que le otorguemos, dejará entrever nuestro estado de ánimo, nuestro parecer ante lo que narramos o nuestra implicación en ello. Hay momentos en que una sola palabra es capaz de arreglar una amistad, de sellar un matrimonio para siempre, de borrar nuestras culpas o de transformar una sustancia en otra.

La ausencia de una palabra en el momento adecuado puede causar un enfado, el negar a alguien una respuesta puede separar dos almas y otra palabra de perdón puede unirlas de nuevo. La fuerza de una palabra no recae en la pronunciación de ésta, sino en todo el significado que arrastra tras de sí y que sale a la luz junto con ese movimiento de aire entre los labios. Una palabra es mucho más que un sonido o que una vibración de las cuerdas vocales. Si no pudiéramos hablar, podríamos igualmente utilizarlas mediante la escritura u otros lenguajes de signos.

Utilizamos las palabras para pensar, imaginar, soñar, recordar, inventar, juzgar, criticar, engañar, mentir, desahogarnos, comprometer, jurar, trabajar, dialogar, jugar, rezar, perdonar, agradecer, amar, entregarnos… Está clarísima, por ello, la importancia que tiene el que hagamos un buen uso de ellas y seamos conscientes de lo que cada uno de estos actos implica. De todos modos, también podemos utilizarlas para rectificar en el momento en que metamos la pata.

Las palabras son el regalo que Dios nos da para comunicarnos con Él y con los demás seres humanos. Él mismo creó todo haciendo uso de esta realidad que nos otorgaba: las palabras. La segunda persona de la Trinidad es el Verbo, la acción, el acto puro. Es la Palabra misma quien crea.

Las palabras nos acompañan en los momentos más importantes de nuestra vida y nos comprometen para siempre. Un juramento, las palabras del sacerdote al realizar los sacramentos, un “te quiero” o un “adiós”. Son etapas de nuestras vidas que comienzan y se cierran con una palabra.

Son el medio para abrirnos a los demás y a nosotros mismos, para conocernos. Pensamos con palabras. Son ellas quienes nos permiten comunicar a quien escojamos lo que llevamos en nuestro interior, mostrar nuestros secretos a quienes nos decidamos a abrir el corazón. Una palabra vale mucho, debemos saber guardarlas para cuando sea debido. Habrá ocasiones en que debamos encerrar palabras en nuestra alma para que formen parte de nuestra intimidad y sólo nosotros y Dios las conozcamos. Es un ejercicio difícil, ya que hoy se fomenta el que se compartan todo tipo de sentimientos con el prójimo sin necesidad de que haya un vínculo verdadero entre ambos. Muchas veces tendremos que medir las palabras que empleamos y no dejar que se escapen perdiendo el preciado valor que tienen. Hay palabras que no todo el mundo merecerá escuchar de nuestros labios y otras que necesitan salir abriéndose paso cuanto antes aunque tratemos de evitarlo.

Concienciémonos, pues, del valor y la fuerza que tienen y no las desgastemos inoportunamente.

Marzo 2010