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¿Sociedad desvinculada? Pide perdón y perdona

Vivimos una crisis, pero ni ha sido la primera, ni será la última. La frustración y la desesperanza son tan generalizadas y profundas que resulta inocente pensar que comenzaron con la crisis económica del 2008.

¿Cuál es la causa moral de estas crisis? ¿Es la posmodernidad una denominación formal de la degradación y ruptura de los vínculos humanos? ¿Está tocada de muerte la democracia liberal que conocemos? A derecha e izquierda los discursos están agotados. La idea de Europa como horizonte de democracia y bienestar se diluye. El ideal americano basado en el éxito del propio esfuerzo ha quedado en entredicho.

Mi gran amigo Miró i Ardevol en su libro «La Sociedad desvinculada» [1] usa el término “desvinculación” para referirse a nuestra sociedad, donde se han roto los lazos humanos y todo aquello que los une, de modo similar al concepto de sociedad líquida y amor líquido, términos acuñados por el filósofo judío Zygmund Bauman. [2]

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En la sociedad desvinculada existe una ruptura del contrato social de los ciudadanos con sus grupos dirigentes, la desestructuración familiar, y un invierno demográfico. Para el autor, “el partido político, que debería ser el instrumento para encauzar y transformar el pluralismo en propuestas positivas concretas, ha derivado en un sindicato auto referenciado de intereses”. Su propuesta para revertir la situación consiste en transformar la democracia liberal, que ha llevado a la oligarquía financiera, en un sistema que recupere el concepto de amistad civil aristotélica, basado en la virtud.

El relativismo moral de Nietzsche difundido en el siglo XX ha impactado en la moral personal y social: no existe el bien ni el mal. Todo es subjetivo, depende de cada uno. No hay bien objetivo, depende del cristal con el que se mire y, por tanto, tampoco existe el bien común.

Esto nos lleva a la desvinculación personal con el resto de humanos, y por tanto social, pues si todo depende de mí nos aislamos unos de otros. En cambio, el pensar que hay un bien y un mal objetivo que no depende de mí me lleva a la pregunta: ¿He hecho algo mal? ¿He hecho algo bien? Y aquí entran los demás para dar su punto de vista. En este momento entablamos el diálogo con otros, recuperamos valores fundamentales de relación como el dar gracias, pedir lo que necesitamos, pero sobretodo recuperamos el concepto de perdón, pues el mal no es algo estático, sino que con el perdón, al perdonar y ser perdonados, empezamos de cero, y restablecemos vínculos incluso más fuertes con los demás…

Un ejemplo de alma magnánima, acostumbrada a perdonar desde la comprensión del otro, diferenciando los hechos de las personas, lo encontramos en el libro «El tiempo en un hilo», la autobiografía de Maruja Moragas, de la que hablamos en un anterior post (link). [3]

Este vídeo nos recuerda que pedir perdón y perdonar debería ser un hábito, un término de uso frecuente en nuestras vidas, necesario para lograr mejores relaciones interpersonales y sociales y mantenerlas en el tiempo, para ser confiables construyendo relaciones de calidad, sanas y duraderas, para construir una sociedad robusta, con familias fuertes y empresas productivas, que mejoren el capital humano y social que es lo que hace crecer un país.

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