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Maternidad y paternidad: un valor empresarial desconocido

El pasado martes compartí sesión de Continuidad en el IESE de Madrid con la Profesora Natalia López-Moratalla, catedrática de bioquímica y biología molecular en la Universidad de Navarra. En su interesantísima y novedosa ponencia recordó cómo el embarazo incrementa en la madre la hormona de la confianza (oxitocina) y frena la hormona del estrés (cortisol). También nos mostró la importancia de tener hijos en los 20 años, no a partir de los 30 donde empieza a haber un declive en la fecundidad y menor calidad de los óvulos. En cada embarazo existe una comunicación molecular y celular. Hay un traspaso de células de la madre al hijo que regeneran el cuerpo de la madre (lo rejuvenecen). Son de dos a seis células pluripotenciales por milímetro de sangre que pueden reparar heridas futuras, por ejemplo, un problema de corazón en una madre cuyo hijo ya tiene 18 años.

En el primer año de vida se desarrolla sobre todo el lado emocional (el derecho), y se va modulando el cerebro del bebé y los sentidos según el hábitat de su madre. Según nos comentó Natalia «los niños lloran en idiomas», según han oído llorar a su madre…

La esterilidad es un 1% de la población pero la infertilidad incrementa con la edad. La tasa de fecundidad en España hoy es de 1,4 hijos por mujer en edad fértil (Eurostat 2008) pero la tasa de fecunidad deseada es de 2,4. El freno está, según los encuestados, en la falta de dinero y de tiempo. Por el hábitat de trabajo y de vida que estamos inmersos esperamos a tener «el mejor momento» para tener un hijo y ese díficilmente llega, porque sólo cuando llega un niño se hace el espacio y todo lo demás se recoloca en la agenda. Mientras no llega, los «ladrones del tiempo» son infinitos y se cuelan por todas las rendijas que dejamos abiertas. Por eso el mejor momento es ya. Y cuidado con los tratamientos «artificiales» porque todos requieren estimulación ovárica la cual se ha demostrado que incrementa la probabilidad de cáncer en cinco tipos. Si además se tomaban anticonceptivos anteriormente, ¡mucho más alta la correlación!

Yo expuse algunos estudios sobre cómo la vida en familia enriquece nuestro desempeño en la profesión porque se desarrollan una serie de competencias que nos llevamos puestas de un área a la siguiente (liderazgo, integridad, iniciativa, trabajo en equipo, toma de decisiones…). El valor para la empresa no sólo es económico, sino también psicosocial y moral (mejor comprensión de los demás, aumenta la confianza en uno mismo y el altruismo). En este artículo [1] de Alfonso Aguiló podéis ver algunas ideas del libro «Inteligencia maternal» de Katherine Ellison. ¿Y los padres? ¡Pues tienen que aprender a ejercer! Como dice Michael Levine, «Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no lo vuelve pianista».