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Deogracias, Europa y África

Hoy descubro en el Santoral que se celebra San Deogracias, Obispo de Cartago en el siglo V. También me viene a la cabeza el nombre Adeodato, el que puso Agustín de Hipona, también africano, al hijo que tuvo antes de su   conversión. Y ello me lleva a pensar sobre la respuesta necesaria por parte de los países de la Unión Europa como una unidad a las crisis que se están viviendo hoy en el norte de África.

El fondo de rescate europeo aprobado ayer como recurso para evitar el colapso de cualquier socio del euro a partir del 2013 ya ha sido una respuesta unísona al problema económico europeo. Pero ya hemos vivido la debilidad de una Unión Europea basada únicamente en vínculos económicos. Una Unión Europea fuerte sólo existirá cuando se descubra su misión común externa e interna, pero este proceso aún no se ha iniciado seriamente.

Este domingo tuve el placer de escuchar a Monseñor Fisichella, Presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización. Afirmaba que el destino de una Europa unida pasa por reconocer sus raíces cristianas que recogieron la tradición greco-romana y construyeron sobre ella aplicando la luz de la fe.

«La fe cristiana ha alimentado la convivencia y el progreso de pueblos diversos. No habrá una Europa unida prescindiendo de lo que ella ha sido desde su inicio. No podrán imponer a los ciudadanos un sentido de pertenencia a un lugar sin raíces y sin alma. La identidad requiere certezas que sólo pueden conseguirse mediante el redescubrimiento de la tradición común. Sólo una fuerte identidad compartida podrá erradicar formas de fundamentalismo y extremismos que aparecen en nuestros territorios».

«El icono de la nueva evangelización es la Sagrada Familia de Barcelona, que sabe hablar al hombre de hoy. Sin abandonar lo antiguo muestra la modernidad a la que somos enviados. Dos realidades conviven y no desentonan. Están hechas la una para la otra: la Iglesia para la ciudad y la ciudad para la iglesia. No es cemento, sino algo muy vital que empuja a mirar hacia lo alto».

Hace 9 años con motivo de la Convención de Cristianos por Europa que tuvo lugar en Barcelona en 2002, escribí para La Vanguardia el artículo  «Barcelona, encrucijada para la paz» [1], en la que ya se apuntaba esta asignatura pendiente. Seguimos…

Nuestra ciudad ha sido, una vez más, punto de encuentro de distintos pueblos, ideologías y culturas. Desde que en 1519 se reunieran aquí los príncipes cristianos europeos para establecer unas bases de convivencia y entendimiento, las ideologías han dado mil vueltas y hemos sufrido el zarpazo de la guerra en distintas ocasiones… [Leer el artículo completo] [1]