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«La paz de las mujeres»

Así se titula un manifiesto pro-abolición de la prostitución, firmado esta semana en Barcelona por 100 personalidades del mundo de la judicatura, la política, la cultura y la universidad, junto con algunas ex-prostitutas, presentado por la Plataforma catalana por el derecho a no ser prostituidas. La portavoz, Sylviane Dahan, ha afirmado que es necesario «abrir un debate en la sociedad para concienciar sobre este fenómeno creciente que discrimina en cuanto a clase y a género (…), y tomar conciencia del sufrimiento humano que se esconde tras la prostitución», que está  «lejos de ser una seductora oportunidad profesional para las mujeres (…) o un posible empoderamiento».

 El debate suele girar históricamente en torno a varias afirmaciones más o menos discutibles: no es lo mismo trata de mujeres que prostitución; que hay mujeres que la ejercen por decisión libre, informada y consciente; que la mujer tiene derecho a hacer lo que quiera con su cuerpo, que si el hombre paga, tiene derecho al producto… Luisa Posada Kubissa, doctora en Filosofía y profesora de Historia de la Filosofía, Estética y Teoría del Conocimiento de la Universidad Complutense de Madrid, en un artículo [1] publicado hace unos meses en eldiario.es, explica que la prostitución no es una elección natural:

«Frente a las pretensiones de la ética liberal de que con la prostitución «elegida» estamos ante un caso de libre consenso de las partes, cabe oponer que estamos ante la vulneración del principio de no-instrumentalización, esto es, de no convertir a la persona en medio para un fin, en el sentido kantiano. Con la prostitución se institucionaliza la vulneración de tal derecho. Con lo que nos encontramos en el terreno de la protección o desprotección de los derechos humanos. Y la legalización de la prostitución nos hace retroceder a estadios anteriores a la defensa de tales derechos.»

Desde la organización Hombres por la abolición de la prostitución, defienden que los hombres tienen la responsabilidad de generar las condiciones para su desaparición: sin hombres dispuestos a pagar no podrá haber comercio del sexo, como podéis leer en este artículo. [2]

Tal como decíamos en este antiguo post [3], y en contraposición con el título de este, la violencia contra la mujer y las niñas es «una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras del mundo», en palabras de ONU Mujeres.

Es una realidad que se observa en cualquier parte del mundo, desafortunadamente. Os dejo con un impactante vídeo que recoge el sufrimiento de mujeres víctima de este tipo de violencia, la prostitución, en Namibia, y la maravillosa labor (aquí [4] podéis leer más) del padre Hermann Klein-Hitpass, sacerdote alemán ya fallecido, que fundó un refugio para mujeres prostituidas y sus hijos.