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Pobreza moderna

Más de 12,3 millones de personas en España están en riesgo de pobreza y exclusión social.

1 de cada 4 menores de 18 años se enfrenta al riesgo de pobreza en España.

Cerca de 1,3 millones de personas de 65 años o más están en riesgo de pobreza.

3,1 millones de mujeres viven en hogares con baja intensidad de empleo.

Son datos del último informe AROPE [1], publicado la semana pasada, con motivo del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, que se conmemora en todo el mundo el 17 de octubre. Como indica dicho informe:

«A pesar de la evidente mejora de la tasa AROPE, que se ha reducido en 2,6 puntos porcentuales en los últimos tres años, aún faltan otros 1,9 puntos para llegar a la situación de partida (2009). Además, consumar el objetivo significaría añadir otros tres puntos a la cifra pendiente, con lo cual la meta comprometida está, aún, a seis puntos porcentuales de distancia, lo que supone, en términos absolutos, reducir en 2,3 millones el número de personas en riesgo de pobreza y/o exclusión social en los próximos dos años. Se puede afirmar, entonces, que España está lejos de recuperar los datos de la década pasada y más lejos aún de cumplir el objetivo de reducción de pobreza y/o exclusión

No voy a insistir en los datos, que podéis consultar pulsando en el nombre del informe, pero sí quería reflexionar sobre la convivencia diaria con la pobreza que experimentamos especialmente en las ciudades.

Las personas pobres frecuentemente están solas, porque la pobreza es un estigma social. A nadie le gusta convivir con la desgracia, lo desagradable, lo feo… Además, tener cerca la pobreza puede suponer un aldabonazo para nuestras conciencias, y eso siempre es incómodo. Pero, contra pobreza…¿riqueza? Algunos organismos como Cáritas han alzado la voz contra la «riqueza que empobrece«: la desigualdad en el reparto, la falta de ayudas sociales, la inexistencia o pobreza de programas de formación y capacitación profesional, etc. El viejo dicho de enseñar a pescar en lugar de dar peces nunca ha sido tan auténtico como en estos días.

«Un trabajo decente es aquel que en cualquier sociedad sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer» (Caritas in veritate, nº 63, Benedicto XVI)

Una de las situaciones más frecuentes en nuestros días es la presencia en nuestras calles de indigentes que proceden de otros países. Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, acuñó hace años el término aporofobia, fobia o miedo al extranjero pobre. Asegura que «venía dándole vueltas a palabras como xenofobia, homofobia o islamofobia, que es el rechazo, el desprecio, el odio hacia el extranjero o el que es de otra raza u otra religión».

Por otro lado, podemos detenernos a pensar cuál es el papel del empresario en relación con la pobreza que nos rodea. Pedro Fraile, en Expansión, se preguntaba recientemente «¿por qué hay empresarios que se sienten culpables?», tratando de analizar la tradicional y extendida hostilidad contra el empresario. Cuando, en realidad, los empresarios en España se han distinguido por ofrecer un retorno a la sociedad de los beneficios obtenidos con sus empresas. Como señala la periodista Sonia Mañé, «quienes históricamente han tomado el testigo de hacerse cargo de la lucha contra la pobreza han sido organizaciones como ONGs, fundaciones o gobiernos.» Ahora es el turno de las empresas, y cita algunos ejemplos de algunas con programas de retorno social: Action Tank, catapulta de proyectos sociales a través de empresas, los vales de comida de Bledina, Danone y Melin, tres empresas unidas para cubrir las necesidades de niños en familias con pocos recursos, el programa Mobiliz de Renault, que ofrece talleres solidarios para el mantenimiento de coches a personas de entornos más desfavorecidos, la reducción del precio de las gafas de Essilor, para pensionistas.

En cuanto a la pobreza en países en vías de desarrollo, os dejo con un vídeo que describe cómo afrontamos la pobreza hoy y  propone una aproximación diferente y renovadora a la pobreza mundial.