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Líderes para la paz

En España vivimos momentos de cambio político. Un cambio de gobierno afecta a todas las esferas de la vida. Mientras preparo este post, nuestros parlamentarios se están reuniendo en la Cámara Baja para votar de nuevo la investidura del candidato a presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez. Quisiera contribuir al diálogo más que necesario con dos elementos que me parecen imprescindibles: la expresión de la legítima preocupación ante la inestabilidad y su influencia en el bien común, y una idea original e imaginativa para construir paz.

Sobre lo primero, un ejemplo de preocupación, manifestada por la Asociación Madrileña de la Empresa Familiar:

«Los empresarios somos el elemento esencial de la creación de empleo y riqueza en España. Ni el Gobierno ni los partidos políticos crean empleo ni riqueza. También somos nosotros los que sufragamos la mayor parte del gasto social. Si se ataca al tejido empresarial, se generará paro y pobreza.
Consideramos imprescindible para el bien de la sociedad que se fomenten los valores del esfuerzo personal, la responsabilidad individual, el respeto a la Ley, la profesionalidad y el espíritu de riesgo. Los derechos tienen que ir acompañados siempre de obligaciones.
Apelamos a la responsabilidad de los representantes políticos para defender el interés general y salvaguardar los derechos de todos los ciudadanos españoles.» 

Sobre el segundo elemento, me ha llamado la atención hoy mismo una noticia sobre la iniciativa Rondine [1]: En 1988, Franco Vaccari y los fundadores rondinos, después de experimentar los valores de hospitalidad y diálogo inspirados por Giorgio La Pira y Don Lorenzo Milani en una pequeña aldea italiana en el corazón de la Toscana, decidieron extender su mensaje de paz más allá del Telón de Acero: A pesar de no tener experiencia en la resolución de conflictos, enviaron una carta a Raissa Gorbachov. Su objetivo era abrir un canal de comunicación con la Unión Soviética y el Este, superando la lógica de oposición de la Guerra Fría. Inesperadamente, la primera dama soviética agradeció su propuesta y los invitó a Moscú. Este viaje marcó el comienzo de una relación con la Unión Soviética, un primer paso en la diplomacia de segunda vía.

El castillo de Rondine es un lugar donde jóvenes universitarios provenientes de áreas de conflicto o post-conflicto de todo el mundo se reúnen para entender tanto al «otro» como a sí mismos, en un ambiente seguro, en el marco de un programa de dos años de intenso estudio y transformación. Se trata de convertirlos en líderes para la paz. Este curso de estudios ha sido descrito por Rondine como una experiencia personal basada en tres principios: «Visión», para ver más allá del conflicto y desarrollar nuevas ideas; «gratuidad» (en el sentido de generosidad), para aprender a ser generoso, renunciando a las propias expectativas en aras de las de los otros; y, por último,  «trabajo en equipo», mientras conviven, compartiendo proyectos y una nueva visión.

¿No sería fantástico implementar algo así en los planes educativos de nuestras instituciones de enseñanza secundaria y universidades?