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El mejor MBA para el mayor negocio: nuestra vida

Hace algún tiempo, tuve una interesante conversación con Jordi Picazo [2] sobre el mejor MBA que existe para el mayor negocio que nos traemos entre manos, nuestra vida, y que no es otro que la vida de familia. Estábamos confinados, aunque yo siempre he preferido llamarlo «retirados», término que denota una actitud mucho más proactiva. Lo recuerdo ahora, tras casi tres meses atendiendo a mi madre, ingresada en una clínica. Ya de vuelta en casa y empezado el nuevo año 2021, me reafirmo en esta convicción de la que llevo años hablando.

En IESE empezamos a hablar de conciliación en el año 1999 cuando nadie hablaba de eso. Y empezamos a hablar del tema porque se había promulgado una ley de conciliación de la vida laboral y familiar [3]. “Conciliación” fue la palabra que se utilizó porque los que estaban escribiendo eran abogados. Conciliar es algo que empieza con uno mismo, si no eres capaz de conciliar tú personalmente en tus cosas, no te quejes de que la empresa no te deja conciliar. Antes que nada tienes que saber cuáles son tus prioridades.

Ahora, sin embargo, ya no hablo de conciliar; según el diccionario de la RAE-Real Academia Española- “conciliar” es poner de acuerdo contrarios. Trabajo y familia se veían como contrarios entre sí en lugar de verlas como dos áreas en las cuales te enriqueces y se enriquecen la una a la otra. Ahora hablamos de “integrar” la vida en lugar de conciliar. Porque no se trata de poner de acuerdo contrarios, sino más bien de buscar el hilo de vida, la línea de vida, una sola, que no son tres ni cinco; la línea de vida que vas tejiendo a medida que vas tomando decisiones en tus diferentes áreas. Eres la misma persona y tú te vas haciendo y deshaciendo con cada una de esas decisiones, vas cambiando esa realidad, tú cambias y cambia el área; yo hablo mucho del paralelismo con el medio ambiente, y hablo de la contaminación humana y social. Al igual que hay una ecología del planeta hay una ecología humana. Y cuando hablo de ecología humana hablo de que yo soy el que da oxígeno a las diferentes áreas de mi vida, trago CO2 y hago fotosíntesis como las plantas y expelo oxígeno. ¿O tal vez lo que hago es tragar mucho oxígeno de diferentes áreas y solo expelo CO2? Y hay más áreas todavía: la sociedad, los amigos, el descanso, el tiempo libre…, pero al final todo se traduce en la persona, que es quien toma las decisiones y es la persona la que va mejorando o empeorando.

El acrónimo inglés VUCA, para las palabras veloz o volátil, incierto, complejo y ambiguo define nuestro entorno en gran medida. Eso es, por definición, la era COVID-19 que vivimos. Nuestro entorno no para de cambiar, todo el mundo está nervioso y siente que tiene que seguir el cambio, y no nos damos cuenta de que todo depende más bien de la persona que toma las decisiones, y que en un momento dado lleva el gorro de empresario, de padre, de amigo, o de político. ¡Es tan importante en el trabajo del IESE esto que estamos diciendo!: ayudamos a los directivos a darse cuenta de que, si quieren liderar personas, tienen que ser primero líderes de sí mismos para luego serlo como padres, como empresarios: todo eso va muy ligado al concepto de la unidad de vida, y es lo que explicaba muy bien san Josemaría, fundador de la universidad de Navarra de la que el IESE es parte.

Al principio de todo está la gestión del tiempo, la primera y más importante competencia directiva o de liderazgo. Para adquirir esta competencia lo primero es conocerse muy bien a uno mismo para saber de dónde parto y quién soy. Y el “quién soy yo” es muy amplio pero, como mínimo, hay que saber cuáles son mis capacidades en el momento actual; luego saber cuál puede ser mi potencial; y después conocer mis raíces, mis valores, mis creencias, todo lo que me ha venido dado y lo que he ido desarrollando. Cuando has llegado al punto en que te conoces bien, el segundo ejercicio es preguntarse “adónde voy”, es descubrir la misión personal, irrepetible, la vocación personal, intransferible e irrenunciable, el “para qué estoy aquí”, cuál es mi propósito en la vida, qué es lo que yo, y solo yo puedo hacer.

La misión genérica es ser feliz, que es para lo que hemos sido creados, pero de esto la persona se olvida. Y olvidarse de esto es muy grave porque cuando no entendemos que esto es el “para qué” de la vida, nos dejamos engatusar y nos dejamos despistar por demasiados temas, y por ello creo que esta circunstancia del COVID19 es una oportunidad, porque nos está centrando, nos está desnudando de nuestras caretas y de cantidad de cosas superfluas y nos está ayudando a alinear nuestra vida con nuestros verdaderos valores.

También puede ser que nos olvidemos pronto, por la fuerza del marketing, por las fuerzas que nos llevan al consumismo, todo eso volverá, lo hemos visto en las recientes fiestas navideñas. Pero por lo menos habremos tenido la experiencia de haber sido un poco más conscientes de “lo que vale un peine”, de lo que estamos viviendo y de lo que podemos llegar a vivir. Y de lo que puede no ser ni útil ni tan siquiera necesario.

En la familia se desarrollan lo que llamamos las soft skills, tan necesarias también para el mundo de la gestión de personas y de la empresa que, de hecho, son las que más buscan en los candidatos. Las soft skills son lo que llamamos competencias interpersonales, todo lo que tiene que ver con la relación con los demás: la capacidad de empatía, la capacidad de Comunicación, el ser capaz de delegar bien. Hablamos de tres tipos de competencias, las “estratégicas”, que son las que miran hacia fuera: es todo lo que tiene que ver con la visión de negocio, la orientación al cliente, el networking y otras similares. Hacia dentro tendríamos las “interpersonales”: cómo desarrollar relaciones positivas, eficaces y duraderas con las personas. Y, por último, tendríamos que desarrollar también sobre todo las que están por debajo de todas las otras, las “intrapersonales” y que tienen que ver con la gestión del tiempo, con la gestión del estrés, la proactividad e iniciativa, mi autocrítica, mi autoconocimiento.

En el centro de las competencias intrapersonales está el core, y por “core” entendemos lo central, lo esencial, lo más importante. A estas las llamamos “meta competencias” porque son las que dan fuerza a todas las demás: toma de decisiones, integridad, proactividad, resiliencia e inteligencia emocional, y que coinciden con las cuatro virtudes cardinales (Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza)». Ya en Dueños de nuestro destino [4](Masters of our destiny [5]) recogíamos la aplicación del aprendizaje en familia a la empresa. En el workbook o prácticum del anterior, el libro Integrar la vida [1], detallamos a fondo la correspondencia de las competencias directivas con su desarrollo en la vida familiar, y viceversa:

Competencias directivas

Su desarrollo en la familia

1

Orientación al cliente

 

Pensar y actuar conforme a las

necesidades de los miembros de

la familia

2

Liderazgo

Ser referente a seguir

3

Integridad

Ganarse la confianza a través

de la coherencia entre lo que se

piensa, se dice y se hace

4

Iniciativa

Proactividad, adelantarse en el

servicio a las necesidades de los

demás

5

Trabajo en equipo

Contribución al proyecto común,

según la edad y la capacidad de

cada uno

6

Comunicación

Capacidad de empatía y de

escucha activa

7

Visión de negocio

Descubrir necesidades y

oportunidades para el conjunto

de la familia y de cada uno de sus

miembros

8

Mejora personal

Autoconocimiento, autocrítica,

motivación por aprender

9

Toma de decisiones

Racionalidad y prudencia, frenar

el temperamento y desarrollar un

carácter positivo

10

Orientación interfuncional

Anticipar consecuencias de

cómo incidirán en los otros las

acciones y omisiones propias

 

Hablando de autoconocimiento, lo primero de todo es tener un buen espejo para conocernos. Y ese espejo no debemos dejarlo atrás nunca. Ese espejo puede ser un amigo, puede ser tu director espiritual, puede ser tu esposo o esposa, puede ser un buen líder, un directivo, es preciso dejarse contar las cosas. Para autoconocernos, el insight o análisis e introspección está bien pero si no tenemos un buen feedback alrededor, de gente que nos quiere, podemos acabar aislados y creyéndonos los reyes del mambo: muy lejos de la realidad. También la buena lectura que nos nutra de la verdad y que nos inspire, es el alimento para el alma. Cuando hemos visto lo que somos, llega el momento de hablar de autoestima: el mismo corazón con el que quiero a los demás es con el que me quiero a mí mismo. ¿Cómo quiero a los demás? ¿Los quiero por un motivo extrínseco, extractivo, como medio para mi sola felicidad? ¿Los quiero como un reto, para pasarlo bien, por  un motivo intrínseco? ¿O los quiero sobre todo por su propio bien? Los distintos motivos van juntos, pero lo que marca la diferencia es cuál pesa más en nuestra toma de decisiones.

No tiene nada de real separar estos dos amores, dependiendo de cómo los quiera, así me quiero yo. Me puedo querer por motivo extrínseco, porque soy guapa, porque tengo posesiones, o porque peso poco, y, bueno, ¿hasta cuándo? ¡Yo que sé! Lo que tendré al final es externo todo, ¿no? Y los demás pueden aplaudir. Si solo me quiero por eso será una autoestima muy débil. Se cae en dos días. La otra cara de la moneda será quererme por motivo intrínseco: lo que más me dará autoestima será que hablo 7 idiomas, que tengo dos doctorados. Pero, ¡qué pasa si tienes un accidente y te quedas tetrapléjico! Entonces siempre te queda el tercer motivo que es el que siempre te da la autoestima que no se acaba, que es la autoestima de poder hacer cosas por los demás, porque incluso estando tetrapléjico puedes conseguir a través de tu acción que los demás te cuiden y al dejarte cuidar, que los demás crezcan en su capacidad de amar, ¿no? Ese es el perfecto entrenamiento para crecer y ayudar a crecer en esta sociedad del cuidado.

Por último, la brújula. La brújula para nuestro Norte, que no norte magnético. El norte magnético nos puede llevar a otro lado porque nos parece que ese es el norte de verdad y no lo es. El norte es nuestra misión, que tenemos que ir desgranando y descubriendo, porque esto no se descubre solo en un día, esto va cambiando. Aunque tengas muchas ganas de llegar a la meta, está el cómo lo vas materializando, cómo lo vas operacionalizando en el día a día, en la misión personal, la misión familiar, la misión profesional, y la misión social. O lo que es lo mismo, en el  día-a-día en el que vas haciendo cosas y vas tomando decisiones que van hilando esa misión. Y hacia dónde vas es al norte, y ahí tenemos la brújula pues difícilmente podrás llegar sin ella a la meta.

Y hablando de brújulas, hace unas semanas, en nuestro último I-WiL Online, contamos con Isabel Sánchez, autora de Mujeres Brújula en un bosque de retos. Ideas para superar la adversidad que nos invita -con el ejemplo de 80 vidas de mujer- a ser brújula cada uno, también en este mundo de hoy, bajo la niebla del COVID-19. Aquí [6] podéis leer más sobre este recomendable libro que podéis comprar en este enlace [7].

¡Seguimos!