Hace unos días publiqué en la sección de Cataunya del ABC un corto artículo de opinión sobre el debate en torno a trasladar las fiestas a los lunes para evitar puentes. Pensaba que el artículo llegaba fuera de tiempo (escribo cada cuatro semanas y a veces llego tarde a los temas…), pero como, en el discurso de investidura, el próximo Presidente del Gobierno ha hecho referencia a esto como una de las medidas para sacarnos de la crisis (vale… exagero…), mi artículo gana en actualidad. ¡Gracias Presidente!
Aquí está el link. El texto completo decía:
ANDAMOS alterados últimamente con la discusión sobre si las fiestas debieran cambiarse de fecha o no. El principal —por no decir único— argumento parece ser de pura eficiencia económica: los puentes nos cuestan mucho. Me imagino que quienes han hecho los números los habrán tenido en cuenta todos, y habrán sumado y restado adecuadamente. Porque los números siempre dependen de quién los hace y de cómo barre para casa. Además, ¿de cuántos puentes estaremos hablando en el año?: ¿dos?, ¿tres? Si el problema es el «acueducto» de diciembre, busquemos una solución a ese problema, que siempre será más fácil que cambiarlo todo. Bien mirado, quizás el problema no sean los días de fiesta, sino cómo hacemos rendir los demás días laborables.
Pero, ¿es que acaso se reduce todo a los números? Está demostrado que los factores emocionales tienen un impacto en la productividad de la gente; y que la novedad aporta siempre una reacción positiva. ¿Se imaginan qué aburrida se volvería la vida si todas las fiestas fuesen los lunes? Al menos ahora tenemos de vez en cuando la alegría de tener un puente; y eso nos hace estar más contentos, y seguro que más productivos.
Se pone como ejemplo el caso de los Estados Unidos. Pero allí no se les ha ocurrido mover el 4 de julio, ¿verdad?, porque es una fiesta que va ligada a un día concreto. Pues aquí, que tenemos una historia más milenaria que ellos, las fiestas van ligadas a un día concreto. Y la tradición y las costumbres son más importantes que la eficiencia. Por cierto,¡Felices Fiestas!
Me centraré en el párrafo central: mi opinión está del lado de las personas y no de la economía. Como indicas en este párrafo que algún factor te saque de la rutina, en este caso un día festivo entre semana, hace que recuperes las pilas y vayas al trabajo con una actitud positiva y por lo tanto productiva.
La empresa tendría que cuidar al trabajador pues es el motor de la economía. Todos somos piezas valiosas de un engranaje.
Eliminar o agrupar las fiestas a determinados días favorecerá a algunos y perjudicará a otros. Al final siempre habrá algún descontento.
El problema, como bien haces referencia, es que se han olvidado de las personas y sólo se tienen en cuenta los números.
Es lo que suele pasar cuando las decisiones la toman los «tecnócratas»