Conservar el planeta, pero… ¿para quién?

Hace unas semanas asistía a un congreso internacional sobre cómo las empresas contribuyen al cambio social y cómo miden su impacto. La gran mayoría de las intervenciones giraban en torno a la sostenibilidad y al cuidado del medio ambiente, con ejemplos muy interesantes sobre lo que las empresas están haciendo tanto en el cambio de procesos como en el diseño de nuevos productos para reducir su impacto sobre el entorno físico.

En uno de los descansos comentábamos con algunos de los asistentes que se estaba hablando mucho del impacto en el medio ambiente y muy poco del impacto en las personas. Pensaba luego que esto no era algo sólo de ese congreso, sino que es una tendencia general cuando nos juntamos para hablar de la sostenibilidad y de los ODS.

Mirando los 17 ODS se pueden agrupar en cinco categorías (las 5 Ps):

  • Personas. Los 5 primeros objetivos
  • Planeta. Otros 5 (el 6, y del 12 al 15)
  • Prosperidad. 5 también (del 7 al 11)
  • Paz. Uno, el 16
  • Partenariados (¡forzando un poco los términos para mantener la P! Alianzas, podríamos decir). El último objetivo, el 17

Así que, en teoría, las personas son tenidas en cuenta a la par que con el medio ambiente. Es más, si consideramos que de los cinco objetivos que se agrupan bajo “prosperidad” cuatro se refieren a personas (sólo uno, el 7, sobre “energía asequible y no contaminante”, haría referencia más bien al planeta), podemos decir que más de la mitad de los ODS se refieren a las personas.

Pero luego uno mira las reuniones y los eventos que se celebran, y -al menos yo- tengo la sensación de que se habla mucho del planeta y poco de las personas. Hay una cumbre en Naciones Unidas y de lo que más se habla es de actuar para combatir el cambio climático. La joven Greta Thunberg cruza el Atlántico en un barco de vela para llamar la atención sobre el cambio climático y se convierte en un fenómeno mediático. Y ahora quiere volver a cruzarlo para asistir a la cumbre del cambio climático en Madrid (¡me gustará ver -por cierto- cómo llega en barco hasta Madrid!). Dentro de unas semanas tendremos, en efecto, la Cumbre del Cambio Climático en Madrid, que movilizará a varios miles de personas de todo el mundo.

Me parece muy bien -por supuesto- que pongamos todo el esfuerzo en conservar el planeta, pero me gustaría que pusiésemos el mismo esfuerzo en pensar en las personas que habitamos ese planeta. Me venía a la cabeza una frase que el Papa Francisco repite varias veces -y que diría yo que es una de las claves interpretativas del texto- en su Encíclica sobre el medio ambiente, “Laudato Si”, un texto que se ha convertido ya en un referente, no sólo para los católicos, sino para todo el mundo que se interesa por estos temas. La frase es: “todo está conectado”. En esta Encíclica, Francisco nos invita a reflexionar sobre “el cuidado de la casa común”. Desde la clave interpretativa de que “todo está conectado” se entiende que tan importante es cuidar de la casa (del planeta) como de quienes la habitamos (las personas).

Así lo dice por ejemplo en este texto: “el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás” (n.70). Y concluye, más adelante: “Por eso se requiere una preocupación por el ambiente unida al amor sincero hacia los seres humanos y a un constante compromiso ante los problemas de la sociedad” (n.91).

Yendo a las causas del “descuido” de la casa común, Francisco advierte que la misma lógica egoísta, que se guía sólo por los resultados, nos lleva a descuidar el cuidado de la casa y también a despreocuparnos de sus habitantes. Es lo que él llama la “cultura del descarte”: “Estos problemas están íntimamente ligados a la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura” (n.22).

Frente a esta lógica dominante, Francisco propone una “ecología integral” (n.137), que mire al mundo en toda su complejidad, y que incorpore a la narrativa ecológica las dimensiones humanas y sociales, porque… todo está conectado: “Si tenemos en cuenta que el ser humano también es una criatura de este mundo, que tiene derecho a vivir y a ser feliz, y que además tiene una dignidad especialísima, no podemos dejar de considerar los efectos de la degradación ambiental, del actual modelo de desarrollo y de la cultura del descarte en la vida de las personas” (n.43)

Por tanto, cuidemos del planeta, pero preocupémonos también de los seres humanos que lo habitan.

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