La segunda quincena de agosto estuvo animada con la Declaración de los miembros de Business Roundtable -CEOs de algunas de las más importantes empresas líderes norteamericanas- sobre «el propósito de la empresa». Como se indica en la presentación de la Declaración, desde 1978, Business Roundtable ha emitido periódicamente unos «Principios de Gobierno Corporativo». Cada versión del documento emitido desde 1997 ha respaldado los principios de «la primacía del accionista», a saber, que la finalidad última de las empresas es servir al interés del accionista, bajo el supuesto de que el interés del accionista es maximizar su inversión.
Con la nueva declaración que se presentó este pasado mes de agosto, los miembros de la Business Roundtable dan por superadas las declaraciones anteriores y presentan lo que en su opinión es un «estándar moderno para la responsabilidad corporativa«. De esta forma la primacía del valor del accionista se sustituye por un «compromiso fundamental con todos los stakeholders». La Declaración concluye afirmando que todos son esenciales y comprometiéndose a crear valor para todos ellos.
La noticia levantó una ola de comentarios en todos los sentidos: algunos a favor de este nuevo enfoque; otros enrocados en el viejo modelo; y algunos un tanto escépticos sobre la novedad real y el impacto efectivo de la Declaración.
Vamos por partes.
Que los CEOs de algunas de las más grandes empresas norteamericanas abran públicamente su perspectiva más allá de la referencia a los accionistas y se planteen sus responsabilidades con otros agentes interesados es mucho. Ciertamente puede ser «un pequeño paso para la humanidad», pero es «un gran paso para ellos». Al menos abren la puerta a un debate que muchos veníamos planteando hace años, pero como lo planteábamos en español y desde la academia no nos hacían mucho caso; quizás ahora si lo dicen CEOs y en inglés, se nos haga un poco más de caso.
Si vamos al detalle, tampoco es que presenten una gran novedad en su propuesta. No es una gran disrupción; es más bien una evolución controlada, como la que hace unos años hizo Michael Porter con su concepto de «valor compartido», en el que claramente esta Declaración se inspira. Lo que dicen los CEOs de la Business Roundtable es que se comprometen a crear valor para sus stakeholders. Mencionan en concreto cinco: clientes, empleados, proveedores, comunidad en general y accionistas. Que los accionistas aparezcan en último lugar, puede tener dos lecturas: pasa a ser el menos importante de los cinco (y esto sí sería un cambio importante respecto al modelo antiguo), o bien implica que crear valor para los otros cuatro es el medio para acabar creando valor para el último, que en este caso no deja de ser el primero, estando todos los demás en función de él (y si es así, el cambio sería mucho menor del que se ha anunciado). Seguramente los partidarios del modelo accionarial también estarán de acuerdo en que hay que cuidar a los empleados, a los clientes, a los proveedores, a la comunidad en general… porque esto al final redunda en el beneficio para el accionista.
Así que, ¿de verdad hay algo nuevo? Pues , como siempre, depende; depende de cómo se interprete y de cómo se concrete.
La responsabilidad social no se pone a prueba cuando en una acción se consigue crear valor para todos los agentes implicados. Esto es un «win-win» al que nadie en su sano juicio hará desprecio. Si puedo ganar dinero y ser socialmente responsable, ¿cómo voy a decir que no? ¡Tendría que ser muy malvado o muy ignorante para no aceptar una acción que es a la vez económicamente eficiente y socialmente responsable! La verdadera prueba de la responsabilidad social es estar dispuesto a perder dinero –o a ganar menos- por ser socialmente responsable. Esta es la pregunta clave: «¿cuánto estoy dispuesto a dejar de ganar por ser socialmente responsable?» Es decir, se prueba cuando en una decisión concreta no se puede crear valor para todos, sino que alguno sale penalizado. Cuando en estos casos una empresa acaba siempre decantándose por el interés del accionista, entonces que no me diga que ha cambiado su enfoque: sigue dando primacía al accionista, y se interesará por los demás en la medida en que –si, y sólo si- creando valor para ellos redunda en crear valor para el accionista.
La línea entre la instrumentalización de la responsabilidad social (aceptarla en función del beneficio económico) y un cambio real de paradigma es muy fina, y se prueba en las decisiones concretas. De momento, hay que aceptar la buena intención de la Declaración de Business Roundtable. Si se queda en una buena intención -o en un lavado de cara-, o implica un cambio real en la gestión y en las prioridades de las empresas nos lo dirá el tiempo y las decisiones que se tomen, porque «obras son amores, y no buenas razones».