L’hem fet grossa – la hemos hecho gorda , o el delicado equilibrio de la solidaridad

No sé si será un nuevo hito en el proceso de construcción de la identidad nacional o simplemente la necesidad de recaudar dinero cómo sea, pero el caso es que la Generalitat de Catalunya acaba de lanzar su propia lotería para la época de navidad: “La Grossa”. Y no hay más que ver lo bien recibida que ha sido.

Presentación en sociedad de La Grossa

Así como el Jefe de Estado y el President de la Generalitat se reparten las noches más significativas de las fiestas navideñas para enviarnos sus felicitaciones, y alguna que otra reflexión a modo de balance del año, también el Gordo y la Grossa han decidido mantener una política de buena vecindad: La Grossa desbordará de alegría el día de fin de año, a mitad de camino entre el Gordo y el Niño,

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Eso sí, para estar a la altura de los tiempos, la Grossa tendrá un toque solidario. Entre un 16% y un 20% de los ingresos se destinarán a programas de prevención para menores en situación de riesgo en Catalunya. No sé cuánta gente que juegue a la Grossa sabrá de esta vertiente social -intuyo que muy poca- ni si esto será un motivo para comprar. También habrá algunos que se rasgarán las vestiduras (expresión, por cierto, que a tenor de los últimos informes sobre la capacidad de comprensión de los españoles, corre el riesgo de acabar siendo ininteligible para muchos); se llevarán las manos a la cabeza diciendo que cómo es posible que se mezcle el juego con la solidaridad.

Tengo que reconocer que no soy muy partidario de estas posiciones rigoristas: me parece que es mejor que se haga el bien, aunque quizás no sea siempre con una intención perfecta, que no que se deje de hacer por no sé qué miedos al qué dirán y a una supuesta falta de coherencia. Quien sea en su vida perfectamente coherente en sus acciones y en sus palabras que tire la primera piedra (hoy la cosa va de imágenes judeo-cristianas, pero hablando de la Navidad ya se sabe…)

De todas formas la posible reacción social es un factor que hay que tener en cuenta. Y en este tipo de campañas –cuando el link social se hace más o menos explícito,- si no se vigila, puede salir el tiro por la culata. Recuerdo una de las primeras campañas de “marketing con causa” que se hicieron en España; se trataba de una marca de tabaco que anunciaba que daría el 0,7% de sus ingresos a causas sociales. Unir el tabaco con una acción social fue demasiado fuerte para una sensibilidad social incipiente (bueno… seguramente lo seguiría siendo hoy…).

Hace unos días, apareció también la noticia de que los profesionales de los servicios sociales acusaban al programa de TVE “Entre todos” de amarillista, de promover una caridad rancia, y de aprovecharse de menores para provocar la lágrima fácil y mover el corazón de los espectadores. El programa, que ocupa la franja de la tarde en la parrilla de la televisión pública, apela a la solidaridad de los telespectadores para recaudar dinero y ayudar económicamente a personas que viven situaciones difíciles. Alguien podría pensar que es mucho mejor que emitan este programa que uno de esos culebrones sentimentaloides o uno de esos reality-shows de escaso gusto. Pero también habrá quien diga que cómo es posible que volvamos a programas de beneficencia más propios de otras épocas de nuestra historia, o que no se pueden utilizar los buenos sentimientos para ganar audiencia (porque parece que al programa le va bastante bien en cuanto a audiencia… y algún que otro problema ayuda a solucionar).

De nuevo, no es fácil encontrar el equilibrio entre una actitud práctica y unos determinados principios éticos, huyendo tanto de un exceso de rigor que todo lo crítica como de una visión utilitarista que instrumentaliza los buenos sentimientos a favor del resultado. Ya decía el adagio clásico que “corruptio optimi pessima”, las cosas más nobles, cuando se corrompen, acaban por ser las más viles. El valor de la solidaridad se mueve siempre por un estrecho camino con múltiples enemigos que lo acechan a un lado y a otro, para aprovecharse unos, para vilipendiarlo otros. La solidaridad es una actitud buenísima, pero como no vaya con cuidado puede acabar armando una bien “grossa”.