Y tú, ¿qué quieres ser de mayor? Yo, emprendedor

El pasado fin de semana participé en una interesante jornada para empresarios en Palma de Mallorca. Hablamos de la crisis –claro– desde perspectivas muy diversas: el marco jurídico-laboral, aspectos éticos, las tendencias que muestran los cuadros macroeconómicos… Hablamos también de la formación de emprendedores, y se planteó la cuestión de si sería bueno fomentar este espíritu emprendedor desde la escuela.

A mi vuelta, me encuentro con un artículo de opinión en Magisterio, una revista especializada del mundo de la Educación, que analiza la presencia del “emprendimiento” en la nueva ley de Educación recientemente aprobada –y ampliamente cuestionada. El autor es coordinador del Area Federal de Educación de IU, y, por tanto, el artículo destila una actitud crítica hacia el capitalismo. Pero, aún “descontando” ese sesgo ideológico, suscribo muchas de las dudas que se plantean ante la opción de tratar del emprendimiento en la escuela.

La reforma de la ley de educación contempla el emprendimiento algo así como una competencia transversal que hay que tener en cuenta en todas las materias. Refiriéndose a la Educación Primaria, el texto aprobado describe como objetivos de esa etapa educativa:

“Desarrollar hábitos de trabajo individual y de equipo, de esfuerzo y de responsabilidad en el estudio, así como actitudes de confianza en sí mismo, sentido crítico, iniciativa personal, curiosidad, interés y creatividad en el aprendizaje, y espíritu emprendedor”

En la ESO, además de contemplar una asignatura de “Iniciación a la Actividad Emprendedora y Empresarial” como posible asignatura que los centros educativos pueden ofertar dentro del bloque de asignaturas específicas, el legislador adopta una visión más amplia, y señala:

“Sin perjuicio de su tratamiento específico en algunas de las áreas de la etapa, la comprensión lectora, la expresión oral y escrita, la comunicación audiovisual, las Tecnologías de la Información y la Comunicación, el emprendimiento y la educación cívica y constitucional se trabajarán en todas las áreas”

niñas emprendedoras

A mí me cuesta imaginarme chavales discutiendo en clase sobre empresa o estrategias de negocio; o buscando ejemplos de emprendedores en clase de literatura o haciendo problemas de matemáticas sumando ingresos y restando costes para maximizar el beneficio, por aquello de la transversalidad;  o incluso haciendo su business plan y simulando la creación y gestión de una empresa escolar, como parece que se quiere llevar a cabo en alguna comunidad autónoma.

Me parece que cada etapa de la vida tiene su momento y sus circunstancias apropiadas, y no es propio de un niño de 11 ó 15 años tratar de cuestiones como fondos de pensiones, instrumentos financieros, hipotecas, concursos de acreedores y expedientes de regulación de empleo…

Otra cosa distinta es que queramos fomentar los valores propios de una actitud emprendedora tales como: creatividad, innovación, sentido de oportunidad, iniciativa, determinación y coraje, compromiso, optimismo, ambición, trabajo en equipo, capacidad de observación y de escucha, tolerancia al fracaso, superación, liderazgo, capacidad de comunicación, autocontrol, organización y gestión del tiempo… ¿Quién puede oponerse a que estos valores se fomenten en la escuela? Es muy bueno que sea así. Ahora bien, el tema es cómo, o a través de qué medios y de qué actividades, se fomentan estos valores.

Todas estas características son de la persona. Es la persona, en su unidad y en su unicidad, quien los desarrolla y los vive –mejor dicho, los desarrolla mientras los vive- en contextos muy distintos. No se puede compartimentalizar la vida, dividiendo al ser humano según sus funciones y roles: en la empresa soy de una manera, en casa de otra, y con los amigos de otra. Estos valores y hábitos de conducta saltan de un lado a otro, porque hay una unidad radical en la persona: todo comunica.

Por tanto, puede ser muy bueno buscar la forma de que en la escuela se desarrollen esos valores, para que calen en los niños que después serán jóvenes y después adultos. Pero hagámoslo a través de actividades propias de su condición, sin convertirlos en “cachorros del capitalismo”… que ya tendrán tiempo para ello.

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