Reestructurar es necesario pero no suficiente. Las empresas de éxito son las que saben adaptar continuamente sus estrategias a los cambios del entorno. No es válido achacar todos los males de la empresa a los demonios del entorno. Decía Peter Drucker que el entorno es ahora más hostil que nunca, pero que, en muchas veces hay un problema de mala gestión.
El objetivo de toda empresa es la búsqueda afanosa de la competitividad y para ello el directivo tiene la obligación de cuestionarlo todo, de aplicar su creatividad poniendo siempre su gestión en tela de juicio. El buen directivo debe ir adaptando constantemente su estrategia y su organización a unos mercados cada vez más cambiantes y dinámicos.
En mayor o menor medida, y según la situación de la empresa, deberemos hacer continuos ejercicios de reestructuración, de reingeniería y de reinvención de los negocios y de las estrategias.
Evidentemente si la empresa está en una fase de pérdidas o con graves dificultades, reestructurar será la tarea más perentoria, ya que si no se hace, no se podrá asegurar la continuidad. Pero incluso en empresas en buena situación hay que hacer constantemente el ejercicio de reestructurar, debido al ajuste que imponen los avances tecnológicos y la automatización y también por el acortamiento cada vez mayor del ciclo de vida de los productos.
Sin embargo, la reestructuración es una condición necesaria pero no suficiente para asegurar el futuro de la empresa. La reestructuración, solamente, no asegura la competitividad de las empresas a largo plazo. Y, en este sentido, se han cometido muchos errores en España y en todo el mundo.
Pensemos en la cantidad de dinero y de recursos que se han malgastado en nuestro país en sectores como el siderúrgico, el textil o los astilleros. Probablemente con una reestructuración a fondo podemos solucionar un problema de subsistencia a corto plazo. Es una solución para salir del paso momentáneamente y para enriquecer a especuladores a corto plazo. Cuando una empresa inicia y pone en marcha una reestructuración el mercado la premia. En efecto, mejorar la eficacia y la productividad , en definitiva, mostrar un camino hacia la mayor eficiencia, genera confianza entre los inversores, incrementando de forma automática el valor de las acciones en el mercado. Este hecho se constata siempre; cuando aparece en la prensa el plan de reestructuración de una empresa, las acciones suben en bolsa porque el inversor ya está descontando los beneficios futuros, asumiendo que la empresa será más competitiva después de la reestructuración.
Pero la experiencia y la historia dicen que esto no es así. Hacen falta otras cosas más importantes.
Si se reestructura, la segunda tarea, necesaria pero no suficiente, es la reingeniería, es decir, ya que nos quedamos con menos activos humanos y materiales (ya que no olvidemos que la reestructuración supone eliminar puestos de trabajo y equipos), deberemos optimizar los que nos quedan, suprimiendo todas aquellas tareas y funciones que no aporten valor a la compañía.
Pero quedarse aquí tampoco asegura la competitividad. Esta es una tarea, necesaria también, pero no suficiente para ser competitivo.
La tercera tarea absolutamente necesaria y, en este caso, si que suficiente, estriba en una reinvención constante de nuestra estrategia. Y ahí interviene la visión del emprendedor, el saber captar las oportunidades del mercado y adaptar nuestras estrategias y también nuestra organización a los cambios que se van produciendo en el mercado.
Simplificando al máximo estos conceptos, diríamos que la reestructuración nos conduce a una estructura más pequeña, la reingeniería nos sitúa en el camino de lo mejor, y la reinvención en lo de lo diferente, en lo que hará que sorprendamos a nuestros clientes y les aportemos algo mejor que nuestra competencia y ahí entra desde la innovación a la política de precios, la publicidad y la promoción con nuevos productos e ideas, o nuevas formas de acceder al cliente. Las empresas de éxito son las que hacen cosas diferentes o mejor que su competencia, son las que ponen en marcha estrategias de ruptura.
Si analizamos las empresas de más éxito, ya sean grandes o pequeñas, veremos que se cumplen inexorablemente estos principios y que dedican mucho más tiempo y esfuerzo a sumar que no a restar, a reinventar constantemente la empresa y regenerar sus estrategias más que a reducir costes. Desgraciadamente, muchas empresas se esfuerzan mucho más en controlar la miseria, (no pasarse un euro del presupuesto) que en favorecer y dar rienda suelta a la creatividad de sus empleados, a favorecer el espíritu emprendedor, a asumir riesgos.
El presupuesto es el corsé de la estrategia y si encima los ejecutivos están incentivados económicamente por los resultados a corto plazo, estamos hipotecando el futuro de la empresa.