Por estas fechas, muchas compañías están inmersas en el presupuesto para 2021, año muy difícil para hacer previsiones. Otras, especialmente multinacionales, ya hace semanas o meses que lo hicieron ,y que lo han tenido que revisar ya varias veces, incluso hay algunas que iniciaron los trabajos en pleno mes de agosto, lo que añade mucha más imperfección para ajustar las cifras del año siguiente al estar trabajando con datos de mediados del año anterior. Y este año mucho peor por la incertidumbre del COVID.
El presupuesto puede ser una herramienta enfermiza para las empresas. Si se hace demasiado conservador conduce a la autocomplacencia y a que la remuneración variable ligada a los objetivos presupuestarios, si existe, no sea para nada incentivadora sino que se contempla como una parte fija del salario. No hace mucho, un directivo me comentaba que llevaba dieciocho años cumpliendo el presupuesto. Mal síntoma, ya que es prueba de que no se han establecido objetivos lo suficientemente ambiciosos y retadores. ¡No se puede ganar la Liga dieciocho años seguidos!.
Jack Welch, ex Presidente ejecutivo de General Electric, el directivo más admirado del siglo XX, que en 20 años consiguió un rendimiento total medio anual para los accionistas del 23 por 100, era especialmente crítico con los presupuestos. Decía que ser demasiado riguroso con la consecución del presupuesto anual no tiene sentido. Hay que pensar, decía, en conseguir los máximos objetivos posibles y no basarse estrictamente en lo que establece el presupuesto.” No crecer por encima del 10 por 100 anual es para los burócratas”.
La elaboración del presupuesto conlleva mucha burocracia y discusiones estériles que frenan el crecimiento de las empresas. En efecto, se inicia el proceso de arriba hacía abajo por parte de la alta dirección, indicando los objetivos que la empresa en su conjunto quiere alcanzar, luego suben de abajo hacía arriba con la opinión de los responsables de los niveles inferiores, en estos casos, ya con unas rebajas, lógicamente para cubrirse y seguimos de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. No olvidemos que, si por otra parte, el directivo principal está incentivado económicamente por la consecución de los objetivos anuales, ya se habrá guardado algunas reservas, por si acaso. El proceso sigue y al final se aprueba un presupuesto conseguible con cierta facilidad, poco retador y nada ambicioso.
Otro proceso muy conservador y , sobretodo equivocado, es partir de las cifras del año anterior y sobre éstas aumentar la inflación, el aumento de costes y de gastos generales. ¡Craso error! .Hay que partir siempre del presupuesto base cero, es decir cuestionar todos y cada uno de los euros del año anterior. Muchas veces, por la inercia, se van eternizando partidas de gasto que ya no son estrictamente necesarias para el futuro ya que no aportan nada a la compañía. ¿No hay mucho despilfarro en los regalos de Navidad, o en los viajes, o en los teléfonos móviles, en los asesores, etc,?.
Otro error que se suele cometer, es elaborar el presupuesto a final de año y no revisarlo durante todo el ejercicio siguiente. En un mercado dinámico y cambiante como el actual, las hipótesis con las que hemos hecho los cálculos pueden variar, y de hecho varían en períodos más cortos que el año. Piensen en las cotizaciones del dólar o el euro, en los precios del petróleo, en los precios de las materias primas, en los movimientos de los competidores, en las exigencias de los clientes, etc. Compañías bien dirigidas, revisan las hipótesis y, por tanto , el presupuesto cada trimestre , ajustando las cifras a los cambios del entorno, de forma que estemos trabajando siempre en escenarios realistas.Sin duda, este año los hemos tenido que revisar todos ante la crisis del Covid 19 y la incertidumbre que genera.
Por último, mi crítica mas furibunda es que el presupuesto es el corsé de la estrategia. Pasamos más tiempo controlando la miseria, (no pasarnos un euro del presupuesto), que dando rienda suelta a la creatividad y a la imaginación de todas las personas que componen la organización para que desarrollen toda su creatividad y sus posibilidades para asegurar el futuro de la empresa. Por no pasarnos del presupuesto de gastos o de inversiones, ya que si lo hacemos no cobraremos el “bonus” de final de año, y esto es muy humano, quizás no tomemos iniciativas, como lanzar un nuevo producto o una nueva promoción o la inversión en alguna mejora para el medio y largo plazo, que serían beneficiosas para la empresa en períodos posteriores.
El establecer objetivos sólo y únicamente basados en el corto plazo, y encima , incentivar económicamente a los directivos basados en el cortoplacismo, es un error empresarial.
Muy aprobado Profesor Llopis su articulo en un momento en que hay que replantarse todas las metas y objetivos en las empresas.