Decía recientemente Pedro Astals, presidente de la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB), que «la industria alimentaria no es tan glamurosa como debería ser». Y no le falta razón. Sin hacer ruido, la industria de alimentación y bebidas se ha ido consolidando como el primer sector industrial de nuestra economía. Pero todavía es un hecho poco conocido que aporta el 16,8% del valor añadido industrial y que ya representa el 2,7% del PIB. O que es el tercer sector que más exporta (por detrás de semimanufacturas y bienes de equipo), el segundo si consideramos solo la exportación de bienes finales. Un sector capaz de exportar una cuarta parte de lo que produce, que ha encadenado seis ejercicios consecutivos de superávit comercial, y que ha recuperado ya los niveles de empleo anteriores a la crisis.
Y es que el sector cerró un 2014 «espectacular». Así lo ha califcado la propia industria, que habla del mejor ejercicio registrado desde el 200 5. Según los datos de la FIAB, cerró el año con un crecimiento del 2,6%, una facturación superior a los 93.000 millones de euros y una ocupación media de casi 480.000 personas, lo que representa un crecimiento anual del empleo del 7,1%.
Salto en productividad
Pero, además, cuenta con una posición exterior ventajosa. Una fortaleza que se explica, principalmente, por el tirón de las exportaciones, que en el 2014 crecieron el 5,5% y superaron los 23.700 millones de euros. Parte del mérito, no se puede negar, corresponde a la depreciación del euro. Pero sería injusto no destacar el importante salto que ha hecho la industria en sus índices de productividad. España es ahora el sexto país europeo en exportaciones de alimentos y bebidas. Pero la FIAB cree que, si se mantiene la tendencia, es factible que en el año 2020 ascienda hasta la cuarta posición.
Horizonte del 2020
Así, el 2020 está señalado como un año decisivo en la agenda de la industria, pues es en esa fecha cuando deben cumplirse los tres grandes objetivos planteados por el marco estratégico del sector, presentado el año pasado bajo el lema Alimentamos el futuro: 1) lograr un crecimiento anual de las ventas del 4%, con el objetivo de alcanzar los 115.000 millones en el año 2020; 2) crear 60.000 empleos netos en los próximos seis años, y 3) aumentar las exportaciones a un ritmo del 10 % anual, hasta conseguir que alcancen los 46.000 millones y que supongan el 40% de la facturación total.
Un plan ambicioso que tiene como principales retos la dinamización del sector, para ganar tamaño; el enfoque de la internacionalización en los mercados prioritarios, para poder crecer también en aquellos con una mayor presión competitiva; el impulso de la competitividad, a través de las mejoras en la efciencia, y la creación de valor añadido, para aumentar el valor económico de nuestras exportaciones mediante una oferta de calidad, innovadora y diferenciada.
Esas son las cuatro líneas estratégicas que se plantean. Unas líneas de actuación que se corresponden exactamente con las medidas necesarias para atacar las principales debilidades del sector, que también las tiene.
La primera y más importante es la extrema fragmentación del sector, compuesto por unas 29.000 empresas de las que solo un pequeñísimo porcentaje, entorno al 1%, facturan más de 100 millones de euros al año. De hecho, solo 59 empresas (el 0,2% del total) se reparten la mitad de la facturación. Y «la talla es el factor determinante», citando de nuevo a Pedro Astals, presidente de la FIAB.
La segunda es, todavía y a pesar de los grandes avances realizados en los últimos años, la excesiva dependencia de la UE de nuestras exportaciones. Las ventas a nuestros vecinos comunitarios todavía suponen cerca del 73% del total de exportaciones, aunque hay que destacar que este porcentaje se ha reducido en los últimos cinco años, coincidiendo con lo peor de la crisis, a favor de un crecimiento de la cuota de exportaciones a otras áreas geográfcas como Asia, África y Latinoamérica.
La tercera es la persistencia de ciertos lastres a la eficiencia y competitividad de la industria. Algunos relacionados con el tamaño, como ya se ha mencionado, que inciden directamente sobre la capacidad para innovar, para atraer y desarrollar el talento o para obtener la fnanciación necesaria para crecer. Y otros relacionados con aspectos igualmente críticos, como la regulación, la trazabilidad, la seguridad alimentaria y la efciencia en la cadena de suministro.
Y la cuarta y última, aunque muy importante, es la necesidad de poner en valor el sector. Tanto a nivel doméstico como en el exterior, ya que a menudo la imagen que se proyecta no se corresponde con los extraordinarios resultados que está consiguiendo la industria en términos de calidad, trazabilidad e innovación. Es imprescindible reivindicar la importancia estratégica del sector a nivel interno y también aumentar el valor económico de las exportaciones, poniendo en valor y comunicando adecuadamente la apuesta por la calidad, la diferenciación y la innovación de las marcas. Y una forma de conseguirlo es potenciar la tríada turismo, gastronomía y alimentación, una ventaja competitiva que deberíamos aprovechar mejor.
Esas son las palancas que deben apuntalar el crecimiento futuro del sector. Y las que, por supuesto, trataremos en el próximo Encuentro de Alimentación y Bebidas del IESE, que se celebrará el próximo 26 de mayo bajo el lema Hoja de ruta hacia el 2025 y en el que se presentará una nueva edición del vademécum: la guía práctica para la estrategia de internacionalización de las empresas.
Artículo publicado en El Periódico CAT (+Valor), el 24 de marzo de 2015.
Muy buen articulo