Habían pasado solo unos minutos de las once de la noche del 3 se septiembre de 2017. Rosa María, tras ver un debate televisivo sobre la cuestión independentista catalana entró en su perfil de Facebook, con su nombre y apellidos, y escribió:
Sé que me van a llover críticas de todos lados, sé que lo que voy a decir es machista y todo lo que se quiera, pero escuchando a Arrimadas en el debate de TV5 solo puedo desearle que cuando salga esta noche la violen en grupo porque no merece otra cosa semejante perra asquerosa.
Rosa María es una barcelonesa de 45 años, licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Barcelona, y que trabajaba para Tinsa, una firma de tasación inmobiliaria, en el departamento de Atención al Cliente. Había entrado a través de una Empresa de Trabajo Temporal. Se refería a Inés Arrimadas, secretaria de formación y portavoz del partido político Ciudadanos en el Parlament de Catalunya, cuya ideología era contraria a la de Rosa María. Ésta última tenía perfil de Facebook lleno de publicaciones a favor de la independencia de Cataluña y en contra de partidos que se oponían a ella.
Unas horas después, y en plena madrugada (3:48 horas), Inés Arrimadas anunciaba desde su cuenta oficial de Twitter que iba a denunciarla y contestaba a los insultos:
Aquí una muestra clara de odio. Voy a denunciar a esta señora. No solo por lo que me dice a mí sino por todas las mujeres que han sido violadas.
Una cascada de airados comentarios corrieron por la red en las horas posteriores. Finalmente, Rosa María borró su rastro de internet. Alguien divulgó el nombre de la empresa en la que Rosa María trabajaba y la empresa reaccionó despidiéndola de modo fulminante, por dañar la imagen de la empresa. Tinsa, en una escueta nota de prensa afirmaba:
Total repulsa a los inaceptables comentarios manifestados contra la señora Arrimadas por esta persona, que ya ha dejado de trabajar para la compañía.
Rosa María se sentía mal. Preguntada sobre la posibilidad de ser readmitida, afirmó: No, no podría volver. Se me cae la cara de vergüenza …. Lo peor no ha sido perder el trabajo, sino “saber que nunca encontraré otro, la imagen que queda de mí y lo mal que lo está pasando mi familia”.
Análisis ético
María Rosa, antes de escribir, evaluó algunas consecuencias: “Sé que me van a llover críticas de todos lados”, pero quizá no evaluó tan bien la moralidad de su acción. Llamar a una persona “perra asquerosa” es un insulto en toda regla. Desearle que sea violada en serie es desear el mal a un semejante que puede denotar una profunda aversión e incluso odio. De algún modo, es también incitar a la violación como venganza. Sin duda le faltó prudencia al actuar con precipitación, más aún considerando el efecto multiplicardor de las redes sociales. Al poco tiempo se da cuenta que no debía haberlo hecho, aunque su arrepentimiento parece reducirse a las consecuencias de cara a su trabajo y el sufrimiento causado a su familia. En nuestros días es frecuente que la emotividad –lo que siento– se erija en criterio de moralidad sustituyendo a un sensato razonamiento.
La reacción de Inés Arrimadas de denunciarla es moralmente legitima por razones de justicia y, además, puede contribuir a disuadir al abuso de las redes sociales para insultar. Aunque una actitud posterior de perdón sería de una gran nobleza.
En cuanto a la empresa, ¿actuó bien despidiéndola de modo fulminante? No tengo toda la información necesaria para responder, pero me temo que también pudo haber precipitación. No es demasiado gravoso para la empresa despedir a una persona con un mes de antigüedad y quedar bien con una parte de la opinión pública.
Existen opiniones contrapuestas acerca de la empresa. Un representante sindical afirmaba que “el despido es desproporcionado, porque se trata de algo que ha ocurrido al margen de la relación laboral y la empresa, por más que le disguste el comentario, no puede acogerse a él para plantear un despido disciplinario, si es que ha sido así”. En sentido contrario, un letrado laboralista argumentaba que el despido podría ser procedente y por tanto la empresa no tendría que pagar ningún tipo de indemnización, afirmando: “El problema es que dada la gravedad del insulto, la trascendencia social, la relevancia del personaje y la publicidad que se ha hecho del asunto ha conducido a que se conozca dónde trabaja y eso conlleva un daño para la imagen de la empresa.”
Me pregunto: ¿hasta qué punto afecta la imagen de la empresa una acción de una empleada realizada fuera del ámbito laboral y sin utilizar instrumentos de la empresa? ¿Estaba esto previsto en el código de conducta de la empresa? ¿Es imputable como una indisciplina laboral? Diría que no.
Ahora bien, la conducta de Rosa María puede denotar un problema de carácter y esto seguramente afecta a su trabajo que es justamente de atención al cliente. ¿Es Rosa María una persona incapaz de controlar sus impulsos emocionales o su bochornosa afirmación fue lago ocasional? Habría que ver si hay otros precedentes o si aparece algún nuevo episodio de impulsividad. En su trabajo en la empresa, al atender a los clientes representa a la empresa y no sería aceptable que su trato no fuera reflexivo. Más grave aún sería que llegara agraviar personas con las que se relaciona. El carácter es parte importante de las competencias profesionales en la empresa.
He acabado en este post después de estar investigando precisamente sobre el caso. Muchas son las opiniones y muy dispares, pero mi impresión es que conviene mantener un equilibrio. Un insulto es algo muy grave, y en según qué circunstancias penalizable. Pero aquí debemos tener en cuenta el revuelo mediático asociado a las redes sociales y las consecuencias para la persona. Como usted bien dice, es de justicia y legítimo defenderse de los insultos. Ahora es necesario encontrar un acomodo para estas formas modernas, Internet, básicamente.
cordiales saludos
Muy controvercial y estoy segura que dará mucha tela para cortar, pero me inclino por la posicion de Alberto la de mantener un equilibrio
saludos
Problema cada vez más masivo