A mediados de enero de 2013 aparecieron los primeros indicios de que se estaba sustituyendo la carne de vacuno por carne de caballo en hamburguesas y otros productos alimenticios sin advertirlo. En el Reino Unido varias cadenas de supermercados retiraron varias gamas de hamburguesas y muchas empresas de alimentación europeas llevaron a cabo comprobaciones de ADN en sus productos para verificar sin contenían el correspondiente a los equinos. En bastantes casos así fue aunque, por lo general, en pequeñas cantidades. Sin embargo, los resultados señalaron que un tipo de lasaña de carne de vacuno congelada de Findus, un gigante de la industria alimentaria, contenía casi el 100% de carne de caballo. Findus anunció que demandaría a Spanghero, la compañía francesa que les suministraba carne para fabricar lasaña. A su vez, Spanghero anunció que demandaría a sus proveedores rumanos.
La popular empresa de muebles y decoración IKEA decidió retirar preventivamente las albóndigas suecas Köttbullar de todas sus tiendas y restaurantes en Europa, tras descubrirse carne de caballo en restaurantes de sus filiales checas.
En 2007 la Unión europea había tomado medias preventivas al haberse detectado una la anemia infecciosa equina en Rumanía. El comercio europeo de caballos vivos bajó pero aumentó el de carne de caballo congelada. El problema se extendió a Irlanda y a otros países europeos, dando lugar a lo que ya se conoce como el ‘escándalo de la carne de caballo’ (meathorse scandal).
A mediados de febrero, Nestlé, la mayor empresa productora de alimentos del mundo, procedió a retirar del mercado de España e Italia raviolis y tortellinis de ternera de la marca Buitoni al detectar en ellos un porcentaje superior al 1% de carne de caballo.
El 25 de febrero de 2003, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de España anunció que había identificado la presencia de ADN equino en unos canelones elaborados con carne de vacuno de la marca La Cocinera, comercializada por Nestlé. Inmediatamente, Nestlé procedió a retirar 6 productos fabricados por esta empresa, entre ellos los canelones microondas, la empanada gallega de carne, las berenjenas rellenas de carne de y las empanadillas de carne, todos ellos de la marca ‘La Cocinera’. Culpó a su proveedor español de carne Servocar, de Casarrubios del Monte (Toledo), que había certificado su materia prima como 100% vacuno.
Las autoridades anunciaron que comer carne de caballo no tiene riesgos para la salud, aunque algunas personas rehúyen este alimento. Con todo, las autoridades de Bruselas han anunciado que se analizarán productos cárnicos en toda Europa con el fin de confirmar que no contienen un analgésico potencialmente dañino para los humanos que ya se ha detectado en Francia.
- El problema ético más evidente de este caso es un fraude en el etiquetado. El vendedor tiene más información que el comprador y el consumidor y estos últimos tiene que saber que compran. Si se anuncia productos con carne de vacuno ha de ser verdad.
- El caso pone también de relieve algo bien conocido: la relación entre falta de comportamiento ético y reputación empresarial. Nestlé, reconocida por buena reputación de sus productos, seguramente será cuestionada al haber tenido que retirar reiteradamente varios de sus productos.
- Actuar con rapidez, hacer sus propios análisis y tomar decisiones contundentes como retirar el producto en cuestión es adecuado tanto para rectificar como para intentar recuperar la reputación. Es lo que hizo Nestlé, aunque con un poco de retraso, y también IKEA, incluso yendo más lejos de lo estrictamente necesario. Estas operaciones pueden tener un gran coste. Todo por no hacer las cosas bien en su momento.
- Una cuestión de fondo es la gestión de la cadena de suministro, a menudo problemática. Había certificaciones del intermediario pero éste mentía o no verificaba a un tercer proveedor (recuérdese la cadena Findus-Spanghero-proveedores rumanos). Mal hecho por parte del proveedor, pero la empresa que se presenta al mercado no deja de tener responsabilidad y la obligación de ejercer algún control en la medida en que exista algún indicio de adulteración.
- Otra cuestión que surge es ¿por qué actuaron así los proveedores? ¿Simplemente para ganar más o tal vez para defenderse de la presión de una gran multinacional que abusa de su poder imponiendo precios muy bajos? No lo sabemos. El fin no justifica los medios, pero también hay que evitar dar ocasión a engañar y explotar al pequeño, si es el caso.
- Una última consecuencia, aunque no menor, es el daño causado a los productores de vacuno. En estas situaciones cunde la desconfianza y la gente opta, al menos por algún tiempo, por no consumir productos con carne que pueda estar adulterada. Y, pagan justos por pecadores.
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Muy bien este artículo. Saludos, Z
Bien puntualizado me parece. Gracias