La semana pasada tuvo lugar en Barcelona, en la sede del IESE, el congreso anual de la European Business Ethics Network (EBEN). Llegamos, así, a los primeros 25 años de este evento, cuyo primer encuentro se celebró en Bruselas en 1987, y al cual tuve la oportunidad de asistir. Desde entonces, he participado activamente en la mayoría de asambleas y congresos anuales de esta asociación, que ha crecido considerablemente en socios e implantación territorial, con varios “capítulos” en diversos países. Como en otras ocasiones, este congreso fue una nueva oportunidad para ver y charlar con colegas y amigos que cultivan la ética empresarial.
La ética empresarial como disciplina académica está presente en muchas universidades y escuelas de negocios. A lo largo de más de tres décadas, se ha visto enriquecida con valiosas aportaciones. Aunque la preocupación por la ética de los negocios es antigua, fue a finales de los años setenta del siglo pasado cuando en Estados Unidos se inició un fuerte movimiento a favor de la ética empresarial, propiciada en gran manera por escándalos empresariales y demandada por la opinión pública. En los años ochenta, pasó a Europa y después a Japón y a otros países. A la vuelta del milenio nuevos escándalos como Enron, Arthur Andersen, Parmalat y muchos otros dieron nuevo impulso a la ética empresarial. Estos acontecimientos fueron, sin duda, un acicate para un enfoque de la ética empresarial orientada a estudiar cuestiones éticas y a la resolución de dilemas. Hoy en día, se observa un creciente interés por otros aspectos, entre ellos el carácter moral del directivo y las correspondientes virtudes y la responsabilidad de la empresa como parte de la sociedad. También se observa la creciente importancia de la ética en la gestión empresarial para ganarse confianza, atraer directivos responsables y para crear reputación corporativa. Surge así una tendencia hacia una concepción de la ética en términos más positivos, más allá de evitar fraudes y sobornos, y con un mayor énfasis en la calidad humana en el trato con las personas.
En Europa, en mayor medida que en los Estados Unidos, hemos asistido a una creciente implantación del concepto de Responsabilidad Social Empresarial en muchas empresas, sobre todo las más grandes. Sin embargo, no siempre su concepción se ha sustentado en una seria reflexión ética. Con frecuencia, las responsabilidades sociales corporativas han sido vistas como meras actividades complementarias añadidas a la actividad empresarial y con el objetivo de crear buena imagen corporativa. Muchos pensamos que es un enfoque distorsionado. Sin entender la responsabilidad social como inherente a toda la actividad de la empresa y faltando una adecuada base ética, tarde o temprano, la gente verá esas actividades como simple ejercicio de relaciones públicas, y la voluntad empresarial de actuar con responsabilidad tendrá escasa credibilidad.
La ética empresarial es materia obligatoria en muchos programas de formación de directivos en universidades y escuelas de negocios, pero en otras materias (finanzas, marketing, operaciones, etc.) su presencia es escasa o incluso inexistente. Es un reto para los próximos años. Un reto aún mayor es repensar ciertas teorías de management todavía dominantes que, por su enfoque positivista, resultan impermeables a la dimensión ética de la actividad empresarial.
El conocimiento ético desarrollado por académicos suele llegar a las empresas través de consultores, a veces más preocupados por “vender” algo manejable y cuya eficacia sea medible que por una visión profunda del verdadero papel de la ética en la dirección de empresas. Los académicos, por su parte, han de esforzarse en conocer más a fondo la realidad empresarial y, sin perder rigor, buscar modos de hacer operativas investigaciones y propuestas. Muchos ya lo hacen, pero no todos.
Por último, y sin ánimo de ser exhaustivo, cabe señalar que existe una tendencia, incipiente pero a mi modo de ver importante, hacia una mayor integración de la ética en la teoría y en la práctica del management. Actualmente, dominan varias teorías éticas que como máximo permiten una yuxtaposición de la ética al management, marcando límites al pensamiento económico. Generalmente, lo hacen mediante enfoques racionalistas o situacionales. Algunos pensamos que hay que repensar el management desarrollando una sólida filosofía de la acción directiva. Esto exige profundizar en la acción humana, en el papel de los hábitos en la toma de decisiones y en la actuación, en la contribución de la empresa al bien común de la sociedad y en aquello que contribuye a la excelencia humana.
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Muy interesante la visión panorámica aportada por este blog.
En lo personal tuve la oportunidad de participar de esta reunión. Es muy interesante ver como el tema central era: «Work, Virtues and Flourishing», sin duda todo un avance cara a las posturas de éticas de mínimos y/o de éticas de tercera persona que muchas veces prevalecen.
El trabajo es no solo un medio de subsistencia económica, sino una oportunidad de perfección humana. Como toda actividad humana deja secuelas en quien lo practica. Que grato reflexionar sobre el trabajo, ya no como mero instrumento de generación de riqueza, sino como fuente de perfeccionamiento personal.
Qué gran responsabilidad tenemos quienes ocupamos cargos de dirección, no solo en crecer personalmente en humanidad, sino en facilitar las condiciones para que en nuestros subordinados se pueda dar un verdadero desarrollo humano integral.