Mucho se ha hablado en las dos últimas semanas de las “tarjetas opacas” (black cards) de Caja Madrid, hoy Bankia y, para ser más exactos BFA (Banco Financiero y de Ahorros), cuya filial financiera es el banco Bankia. En esencia se trata de la utilización de tarjetas opacas (para Hacienda y aun para los propios auditores internos) por parte de 82 consejeros y altos directivos de Caja Madrid y Bankia. Entre 2003 y 2012 la cantidad de dinero pagado con tales tarjetas parece que subió a € 15,5 millones, casi todo para gastos personales suntuarios.
Aunque la intuición popular ya ha condenado enérgicamente tal conducta, cabe sistematizar un análisis ético a través de las siguientes cuestiones:
- ¿Es ético utilizar tarjetas opacas? No, por dos razones. Las tarjetas opacas son tarjetas de débito o de crédito, utilizadas como retribución en especie. Con ellas se incurre en defraudación fiscal. Por otra parte, la opacidad incluía gastar dinero prácticamente sin control, y eso es contrario a una leal administración que ha de evitar despilfarrar bienes comunes y evitar arbitrariedad y descontrol en los gastos.
- ¿Fue ético introducir estas tarjetas? Tampoco, pero no sólo por lo anterior. Cuando se introdujeron tarjetas para consejeros y directivos de Caja Madrid no eran opacas. Ocurrió en 1988 siendo presidente Jaime Terceiro. Fueron creadas exclusivamente para gastos de representación y tenían un límite máximo de 600 euros mensuales. Recibían un tratamiento contable e informático totalmente regular y era revisadas y el seguimiento que hacía el Comité de Auditoría de los gastos de los órganos de gobierno y la dirección de la caja incluían estas tarjetas. Con la presidencia de Miguel Blesa (1996-2010) se aumentaron las cantidades mensuales y, en algún momento, se retiró el control interno, contabilizándose los gastos de tarjetas dentro de un apartado denominado “error informático”. Hay abuso de poder y manipulación de información contable, aparte de inducción y cooperación a defraudar a Hacienda y al despilfarro de recursos.
- ¿Qué intencionalidad había en la introducción de las tarjetas opacas? ¿Eran incentivos? Si lo fueron, se trata de incentivos perversos, no ligados a la gestión ni a los resultados. Parece que, en los últimos años, las tarjetas tenían diferentes límites en función de la cercanía que un consejero o directivo tuviera con el presidente Blesa. Se ha especulado con que se hiciera con la intencionalidad de evitar posturas críticas o incluso comprar voluntades. En este caso la intencionalidad revestiría la malicia de un soborno encubierto y reforzaría la idea de que existió una administración desleal.
- ¿Hay circunstancias que modifican la gravedad de la introducción y uso de estas tarjetas? Las tarjetas quedan resaltadas con el hecho de que durante la presidencia de Blesa se elevaron las dietas de consejeros y remuneración ordinaria de los altos directivos. Muchos beneficiarios de las tarjetas obtuvieron además grandes créditos de la caja a intereses más bien bajos. En concreto, personas con tarjetas opacas recibieron 62 millones en créditos de Caja Madrid. Todo ello unido a una pésima situación de la entidad financiera. Son también de notar las consecuencias razonablemente previsibles de que, más pronto o más tarde, se conocería el uso de tarjetas y los despilfarros con el consiguiente escándalo.
- ¿Qué responsabilidad tuvieron los presidentes de Caja Madrid y Bankia? Miguel Blesa y su director general tienen la máxima responsabilidad. La responsabilidad viene por el conocimiento que se tiene o se debería tener y la voluntad de querer hacerlo. Blesa declaró ante el juez: “Nunca imaginé que las retenciones no incluyeran ese gasto”. No es de recibo argumentar en base a la ignorancia de que tal situación era ilegal durante todo su largo mandato. El propio Blesa hizo abundante uso de la tarjeta (se estima en 436,700 euros). ¿Cómo podía ignorar que tal cantidad no tributara? En todo caso, además de Blesa que lo promovió o lo autorizó, fue necesario un cerebro de la operación, cuya responsabilidad es también manifiesta. El sucesor de Blesa en Caja Madrid y después en Bankia, Rodrigo Rato. Con su tarjeta gastó 44.200 euros. Ante el juez admitió que la tarjeta era parte de su salario y añadió: “todo está mal pero yo no sabía nada.” También debía de haberlo sabido, pero tiene el atenuante de que tuvo que gestionar asuntos muy complicados con la creación de Bankia y su salida en bolsa. Quizá no indagó demasiado o se le ocultó información.
- ¿Qué responsabilidad tuvieron los usuarios de las tarjetas? El uso de las tarjetas fue muy dispar. Algunos gastaron más de 400.000 euros, mientas que otros, los menos, no llegaron a 30.000. Es difícil que no se dieran cuenta que eran evasión fiscal o tal vez un soborno encubierto (¿les llevo esto a no cumplir su obligación como consejeros de supervisar la marcha de la empresa?), o por lo menos una remuneración de dudosa legalidad. Las gastos personales con la tarjeta son llamativos: abultadas cantidades en restaurantes, viajes personales y familiares (incluso un safari en África), ropa y artículos de lujo, vinos, joyas, hípicas, clubs de golf, y hasta dinero en efectivo. El 52% del gasto efectuado con las tarjetas se hizo en sábados y domingos, periodos estivales y Navidad. No es de recibo gastar ese dinero de una remuneración ilegal, más aun sabiendo que procede de una entidad en situación de quiebra.
- ¿Qué responsabilidad tenían los responsables de la contabilidad de la entidad financiera? No sabemos qué ocurrió, pero es evidente que alguien tuvo que decidir y cooperar a hacer desaparecer los gastos de tarjeta con un “error informático” y eliminar así la auditoría interna.
- ¿Qué responsabilidad tuvo la firma auditora externa? ¿Y el Banco de España? La auditoría externa llevada a cabo por Deloitte no vio en el tema de las tarjetas ninguna irregularidad. Debieron ocultarlo pero queda la duda de si Deloitte pudo indagar algo más. La responsabilidad del Banco de España, como supervisor último de las entidades financieras, es más remota pero es posible que también pudiera haber hecho más para detectar a tiempo la irregularidad de las tarjetas opacas.
- ¿Deben los usuarios de las tarjetas devolver lo que gastaron? Debieron entender que era parte de su remuneración, tal vez, incluso con contrato, pero se trata de un contrato viciado, que no debería haberse hecho. Por tanto, es de justicia que devuelvan lo que gastaron con la tarjeta para gastos personales, aunque no por gastos de representación. De hecho, algunos ya lo están haciendo.
- ¿Qué nos dice el caso sobre el perfil moral de sus protagonistas? En toda actuación personal afloran virtudes y vicios. En este caso se vislumbra afán de poder, codicia, falta de sensibilidad moral, escasa templanza en el uso del dinero, deslealtad con la institución a la que se sirve, falta de justicia y, en algún caso, falta de coraje para cambiar o denunciar la situación por parte de las personas implicadas en el tema.
Sirvan estas cuestiones para poner un poco de orden a las muchas informaciones aparecidas. Los comentarios son muy provisionales por estar basados en informaciones periodísticas que he utilizado de modo hipotético. Confiemos que con el tiempo se esclarezca la verdad y que se aprenda la lección.
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Gracias por este artículo claro y concreto.
Gracias es muy bueno y me sirve para tener mejor criterio