Moral socialmente aceptada: un endeble fundamento ético

La ética empresarial, al igual que la ética en otros ámbitos, necesita fundamentación. Para ello, no es infrecuente que algunos estudiosos de esta disciplina recurran a la moral socialmente aceptada, a las denominadas “normas morales de la sociedad” o a los “valores morales” de cada entorno socio-cultural. También hay empresas que recurren a los valores de la sociedad o del país dónde tiene sus oficinas centrales como base para sus valores corporativos. Esta moral o los valores adoptados pueden ser razonables para una persona de bien, pero no siempre es así. Cuando se toma la moral socialmente aceptada como única referencia ética la descripción se convierte en prescripción, y esto es muy endeble. 

La esclavitud fue ampliamente aceptada por los virginianos coloniales blancos, como recordó el historiador Edmund Morgan, en su conocido libro American Slavery, American Freedom (1975). No hubo demasiado rechazo por razones morales. Se argumentaba que la esclavitud era buena para los esclavos, ya que sus dueños asumían la carga de alimentarlos, vestirlos y darles instrucción religiosa. Los blancos tenían, además, buenas razones económicas y políticas, ya que la esclavitud proporcionaba prosperidad a Virginia y la posibilidad de tener un gobierno representativo y democrático, lejos de populismos.

Otro ejemplo de aceptación social es el Capitalismo del laissez faire en el siglo XIX, caracterizado por la libertad de contratación y la total ausencia de intervención del Estado en regulaciones laborales. Gran parte de la sociedad de la época lo veía como algo justo, ya que estimulaba la competitividad, creaba riqueza y se realizaba por voluntad de las partes, aunque que los salarios fueran de miseria y las condiciones de trabajo deplorables. A finales de este siglo, el Papa León XIII, entró en esta cuestión, señalando que hay una justicia natural anterior a la justicia derivada del libre contrato. Es evidente que un contrato realizado con mucho poder por una parte y una gran necesidad por la otra, puede dar lugar a abusos de poder, y por tanto a injusticias.

Algo parecido ocurre hoy en países en los que se aceptan los denominados sweatshop (talleres de sudor), cuya organización incluye largas jornadas de trabajo, salarios muy bajos y escasa dignidad en los puestos de trabajo. Se defiende razonando que esta actividad laboral de bajo coste es necesaria para atraer empresas y que mejor es eso que morirse de hambre.

En otro orden de cosas, la libertad y el progreso se utilizan también para defender el aborto, argumentando que lo exige la libertad de las mujeres y que favorece su progreso económico. Y, en algunos lugares, en base a estos argumentos, se comparte la aceptación moral del aborto.

En todos estos casos, algo positivo pero limitado como la libertad y el progreso económico, se toman como criterios supremos de moralidad, sin respetar la dignidad de toda persona, ni unas relaciones plenamente justas. Por otra parte, la libertad por la que se aboga no es de todos, ni es una libertad madura, guiada por una seria reflexión ética.

Podríamos continuar citando países dónde hay aceptación social de ciertas prácticas corruptas, o bien hay poca sensibilidad con el medio ambiente, falta respeto a minorías o se violan determinados derechos humanos, sin grandes controversias.

No todo han de ser críticas.  Hay casos en los que el sentido moral de la sociedad es una ayuda positiva e incluso estimulante para la reflexión moral. Así ha ocurrido, por ejemplo, con la sensibilidad social por cuestiones ecológicas. Además, la sociedad no es uniforme y pueden aparecer voces morales en desacuerdo con la mayoría, o incluso reacciones más o menos violentas de quienes se sienten víctimas de injusticias. La rebelión de los esclavos de Virginia, el movimiento obrero del siglo XIX, las reivindicaciones para los derechos de los consumidores de los años 1960s y las de tipo ecologista que se prolongan hasta nuestros días, son ejemplos de reacciones sociales.

También son destacables consensos sociales de gran calado como las declaraciones internacionales de derechos humanos, principios éticos universales para empresas responsables y muchos códigos de conducta o guías de buenas prácticas. En todo ello puede hacerse desde la aceptación social, pero sobre todo porqué hay reconocimiento y respeto por la dignidad y el bien de la persona humana. A mi juicio, estos dos últimos conceptos apoyan una sólida reflexión moral, son imprescindibles para una seria fundamentación ética, más allá de lo moral socialmente aceptado.

 

 

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