Esto ha sido una de mis ocupaciones la semana pasada en un seminario de 10 horas dentro del Program of Church Management de 300 horas organizado por la Pontifica Universidad de la Santa Cruz de Roma. Es un programa innovador que puede llegar a ser un master de referencia en esta especialidad.
El programa he tenido una gran acogida en la jerarquía de la Iglesia y un número de candidatos respetable. En total se han seleccionado 32 participantes procedentes de 17 países de los cinco continentes: sacerdotes, miembros de órdenes religiosas y unos pocos laicos que están ejerciendo o se preparan para desempeñar tareas de gestión y liderazgo en instituciones de la Iglesia. El objetivo general de programa es capacitar en aspectos de dirección a quienes son responsables de la dirección de instituciones eclesiásticas en diversas posiciones o gestores de bienes materiales de la Iglesia.
El programa incluye economía, contabilidad y finanzas, así como modos de liderar y gestionar personas y recursos en el servicio pastoral y las necesidades de la Iglesia. Y, también, un breve módulo de ética. Para este módulo y con la ayuda de varias personas involucradas en instutituciones de la Iglesia se han elaborado varios casos breves a partir de la vida real. Incluyen situaciones más o menos problemáticas en parroquias, diócesis y organizaciones no gubernamentales cristianas han servido de base para este seminario.
No me ha sido demasiado difícil pasar de ética en la dirección de empresas a la ética en la dirección de instituciones de la Iglesia. Ciertamente los objetivos son diferentes pero hay muchos aspectos comunes. Tal como ocurre en la empresa, el servicio a las personas es fundamental, como también lo es la calidad en el trato humano a empleados y otras personas involucradas en la institución.
Al igual que las empresas, las instituciones de la Iglesia – parroquias, obispados, monasterios, universidades, etc. – tienen exigencias de justicia relacionadas con derechos humanos, contratos laborales y mercantiles, pago de justos impuestos, reparación de daños, … Estas instituciones han de cumplir las leyes, en este caso no sólo las civiles sino también las eclesiásticas (derecho canónico), al igual que las normas y regulaciones que da el Obispo para su jurisdicción.
Como en las empresas, la dirección de instituciones eclesiásticas requiere actuar con veracidad en las comunicaciones, lealtad en los compromisos legítimos y transparencia en la contabilidad. Se aplica también rendición de cuentas a todos los que tienen derecho a conocer aspectos claves de la marcha de la institución.
La Doctrina Social de la Iglesia es un referente primordial. Lleva a actuar no sólo con justicia, veracidad y lealtad, sino también con solidaridad, respeto a la libertad responsable y la subsidiaridad y fomentando la participación.
También en la dirección de instituciones se toman decisiones que exigen sabiduría práctica: para definir correctamente el problema, buscar alternativas y valorarlas, elegir la mejor solución posible e implementarla.
En las instituciones de la Iglesia, como en otras organizaciones, aparecen proveedores que tratan de sobornar, gente que ofrece donaciones a cambió de algo y políticos, o no políticos, que quieren aprovecharse de la iglesia para sus intereses particulares o de partido. En ocasiones hay casos de extorsión. Es importante sensibilizar sobre estos temas y reflexionar como tratarlos con justicia y equidad. Sin embargo, la corrupción no es lo primorduial en ética, sino la búsqueda de la excelencia. Y, de ello, también nos hemos ocupado.
La ética ecológica tiene también su lugar, incluyendo el uso eficiente de la energía, higiene y buen gusto en las instalaciones y una eficiente gestión de residuos.
La motivación ofrecida es clara. Quienes gestionan bienes de la Iglesia o contratan personas y supervisan su actividad no sólo han de actuar con justicia, como corresponde a cualquier persona honrada, sino que necesitan ser ejemplares en el testimonio del Evangelio.