Publicado en Expansión el 16 de septiembre de 2009.
Se ha cumplido un año de la quiebra de Lehman Brothers que desató la tormenta financiera del 2008/09 (aunque ésta ya empezó en verano del 2007). Hemos presenciado la peor crisis financiera desde la Gran Depresión. No hay duda, basta ver el tamaño de los paquetes de rescate y la diversidad de las instituciones afectadas.
Creo que es importante resaltar que su epicentro se ha situado en Estados Unidos y el Reino Unido, considerados los mercados financieros líderes del mundo. Curiosamente los sistemas bancarios con menos problemas (que también los hay, pero mucho menos) son España y Latinoamérica, que tiene un sistema bancario similar al nuestro. Es obvio que hay muchas reformas a hacer para el que el lío no se repita. Pero, con perdón y sin ánimo chauvinista, los que realmente se lo tienen que hacer mirar son los anglosajones. Si analizamos el origen de los problemas podemos extraer algunas lecciones para el futuro.
Inversiones de alto riesgo. La evaluación de la tasa de morosidad de productos como las obligaciones de deuda colaterizada (CDO) no era adecuada, quizá por falta de suficiente historial de morosidad. Moraleja: a la hora de vender un producto financiero, hay que medir las pérdidas potenciales, pero en tiempos de recesión, no en tiempo de bonanza. Si no tienes historial suficiente, hay que vender el producto con moderación. Si no tienes certeza del comportamiento del producto, quiere deci que hay incertidumbre, es decir, riesgo o mucho riesgo.
Rentabilidad desproporcionada. Hacia el 2002, la rentabilidad típica que un banco obtenía con la venta de un CDO rondaba el 5% ó 6%, un porcentaje demasiado alto para lo que es habitual en el sector bancario. No es de extrañar que los bancos se pusieran a vender CDO como locos. Moraleja: no olvidar que la rentabilidad y riesgo van juntos. Si obtienes una rentabilidad desproporcionada, probablemente estás incurriendo también en un alto riesgo. El alto riesgo se traducirá en grandes pérdidas en tiempos de recesión.
Falta de transparencia. A menudo estos instrumentos no aparecen en los balances, de ahí que se les llame “instrumentos fuera del balance”, todo un eufemismo para decir “instrumentos engañosos”. Moraleja: no se debería dejar nada fuera del balance. Todos los activos y, desde luego, todo el pasivo deberían estar reflejados claramente en el balance. Siempre que en el pasado hemos ignorado esta norma, hemos tenido problemas. Sin ir más lejos, piense en las stock options y derivados en general.
Seguiremos la próxima semana con más lecciones de la crisis financiera.