Publicado en Expansión el 30 de septiembre de 2009.
Rating inadecuado. Los bancos afirmaban que sus CDO eran seguros porque tenían un rating triple A. Algunas (¿Muchas?) de las empresas con problemas, como AIG o Lehman Brothers, tenían buenos ratings en el momento de su crisis. Es evidente que los ratings eran inadecuados y que las agencias de rating no cumplieron su función. Moraleja: publicar la metodología de calificación para que sea transparente y replicable por terceros (sin sorpresas). Y, sobre todo, eliminar el conflicto de interés: la empresa calificada no debería ser la que pague a la agencia de calificación.
La bonanza no dura siempre. Moraleja: durante los tiempos de vacas gordas, hay que hacer provisiones para la crisis que vendrá. La provisión para un producto determinado debe ser mayor cuando su rentabilidad, y por consiguiente su riesgo, también lo sean, aunque no lo percibamos así en el momento de la venta.
Incentivos erróneos. El sistema actual de bonus alienta el beneficio a corto plazo y, por tanto, la venta de productos muy rentables, pero también de alto riesgo. Moraleja: vincular el bonus a los beneficios a largo plazo. Y también, asignar provisiones en función del margen del producto para reducir así el beneficio a corto (y por ende el bonus).
Financiación inadecuada. La mayor parte de los problemas de liquidez de muchas instituciones se debieron a su fuerte dependencia del mercado de capitales y del interbancario. Moraleja: seguir el ejemplo de los bancos españoles, cuyos depósitos cubren el 50% de sus activos, mientras que en otros como Citi apenas cubrían 10%.
Capital insuficiente. Lehman Brothers, por ejemplo, tenía un capital (equity) del 3% de los activos totales. Eso significaba que una caída del 3% del valor de esos activos, algo que podía ocurrir fácilmente, dejaría al banco sin capital. La moraleja salta a la vista. El capital debe ser equivalente a la caída prevista de los activos, en años malos.
Esclavos del precio de la acción. Maximizar el precio de la acción en el corto plazo no debería ser el principal objetivo de ninguna empresa, bancos incluidos. Sé que muchos consideran esto una auténtica herejía. Moraleja: la psicología del mercado cambia con frecuencia y de forma abrupta, por lo que “el mercado” no es buen consejero. Los directivos deberían centrarse en los resultados a largo plazo de la empresa y esperar que el mercado termine por reconocerlos.
Estas lecciones no son difíciles de aplicar. El resultado será un sistema financiero más seguro… pero ciertamente menos rentable. Recuerde, riesgo y rentabilidad siempre van de la mano.