Publicado en Expansión el 16 de diciembre de 2009.
Se acaba de aprobar en comisión el anteproyecto de ley de salud sexual y reproductiva. El proyecto inicial suscitó muchas voces contrarias, tanto en la calle como entre las filas socialistas. Sin embargo, el gobierno ha endurecido aún más la ley, como consecuencia de las presiones de sus socios IU y ERC. Una vez más la voluntad de unos pocos, muy pocos, se impone a casi todos.
La ley prevé dedicar 100 millones a anticonceptivos de última generación. Un despilfarro en tiempo de crisis. ¿No hay usos más urgentes para ese dinero? La ley consagra el derecho al aborto, en lugar de la “despenalización” existente hasta ahora. Matar a un ser humano no nacido es un derecho. Algo así como tengo el “derecho de matar a un ser humano” en defensa propia. Una cosa es que no sea delito matar en defensa propia y otra que sea un derecho. La ley aumenta el plazo máximo para abortar hasta 22 semanas, por causas psicológicas. En 22 semanas, (6 meses) el niño ya puede ser viable según la Organización Mundial de la Salud. Por último queda sin reconocer con claridad el derecho de los padres a ser informados del aborto de su hija menor. Una chica menor de edad no puede hacerse un piercing sin autorización paterna, pero sí puede abortar. Si ocurre un percance ¿de quién será la responsabilidad?
La ley obliga también a que se impartan clases sobre sexualidad en todos los colegios públicos y privados. De acuerdo. Pero abre la puerta a que sean funcionarios públicos los que impartan esas clases. Si así se precede, se sustrae la educación sexual a los padres y se le otorga al poder público. Y esto en un tema tan delicado como la sexualidad, componente clave de la afectividad y de las relaciones familiares. Da la sensación de que el gobierno está empeñado en imponernos a todos su visión de la persona, la familia y la sociedad.
Nos quejamos de la falta de valores que a veces notamos en la sociedad. Pues bien, si queremos que nuestros hijos se eduquen en una cultura vacía de valores y donde sólo el placer inmediato es lo que les mueve, el modo más rápido es trivializar el sexo. Si acostumbramos a nuestros hijos a usar a otra persona, solo por el placer sexual que reporta, para luego dejarla de lado, no nos asustemos si en su momento “usan” a las personas en vez de respetarlas. Sólo nosotros seremos responsables de la falta de valores, pues fuimos nosotros los que se lo enseñamos.