Publicado en Expansión el 30 de diciembre de 2009.
Hay fiestas o épocas del año que nos recuerdan los valores básicos de nuestra existencia, valores además que fundamentan nuestra sociedad. En nuestra cultura cristiana, una de estas épocas es la Navidad.
Uno de los valores fundamentales de la cultura cristiana (o judeo cristiana, ya que el cristianismo tiene sus raíces en el judaísmo) es el “amor al prójimo”, la caridad. No pretendo decir que la caridad sea un valor exclusivo del cristianismo. Simplemente que es un gran valor.
¿Y por qué la caridad es un gran valor? Sencillo; vivimos en sociedad, queramos o no, y en una sociedad todos nos relacionamos. Y las relaciones funcionan mejor -de hecho funcionan- si hay aprecio de por medio. Funcionan peor si hay indiferencia; mucho peor si hay animadversión y funcionan fatal si hay odio. El amor al prójimo es la virtud necesaria para aumentar el aprecio a los demás y para pasar por alto detalles que nos llevarían a la animadversión o al odio. En definitiva, es condición sine que non para que las relaciones sean buenas.
De todas formas, no hay que filosofar mucho para llegar a esta conclusión. A todos nos gusta que nos aprecien y más nos gusta todavía que nos quieran. Y si son muchos los que nos quieren, pues todavía mejor. Y al contrario; nos desanima ver que no nos aprecian y el desánimo es mayor si comprobamos que no nos quieren. Y si por desgracia vemos (o pensamos, a veces erróneamente) que no nos quieren aquellos que más nos deberían querer, entonces nos deprimimos profundamente. El “ser queridos” está en la base, o me atrevo a decir, es la esencia de la felicidad para el ser humano.
Quizá por esto también la gente es muy feliz o se deprime mucho en Navidad. Unos por que sienten de modo especial el cariño de los seres queridos. Los otros por que echan a faltar ese cariño.
¿Y qué puedo hacer para conseguir ese ambiente de cariño a mi alrededor? Esto es más fácil de responder que de hacer. Uno cosecha lo que siembra (o recibe beneficios en función de lo que invierte). Si sembramos cariño, afecto, aprecio a nuestro alrededor, tarde o temprano recogeremos el mismo (o más) cariño, aprecio y afecto. S. Juan de la Cruz, uno de los grandes místicos y poetas españoles lo decía con frase más bella: “pon amor donde no hay amor y sacarás amor”. Qué fácil de decir y … a veces, qué difícil de hacer. Pero merece la pena. Queridos lectores, Feliz Navidad.