Publicado en Expansión el 17 de marzo de 2010.
En España los impuestos los recauda el Estado (Madrid en el argot nacionalista) y los gastos los llevan a cabo los gobiernos autonómicos. La Generalitat me proporciona servicios de educación, sanidad, etc. Por el contrario, Madrid se lleva mi dinero con los impuestos. El ciudadano percibe la “bondad” de la Generalitat (por poner un ejemplo) -y la “malicia” de Madrid. Y digo la Generalitat, por ser un nombre breve, pero por lo mismo podría decir la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha (tela, con lo largo del nombre).
Un criterio básico de decisión en el mundo económico es el de coste beneficio: cuánto me cuesta algo y qué beneficio saco de ello. Este principio, que nos lleva a economizar y mirar los gastos con lupa, no se cumple en el caso de la administración autonómica. Si soy la Generalitat me puedo gastar todo lo que quiera en mejorar los servicios. El beneficio es claro: los ciudadanos estarán contentos y me votarán. El coste para mi es inexistente. Si no tengo dinero iré a Madrid y pediré más dinero. Y si no me lo dan, acudiré a los medios de comunicación y diré que en Madrid son malos y no me devuelven el dinero que hemos pagado con nuestros impuestos.
Mi propuesta es sencilla, aunque políticamente “herética”. Cada autonomía contribuye un dinero para pagar los gastos del estado (pocos) y a partir de ahí que cada autonomía recaude de sus ciudadanos lo que le parezca y lo gaste como mejor le venga en gana. Unos gastarán más en infraestructuras, otros en política cultural. Unos recaudarán más con el IVA y otros con el IRPF. Que cada autonomía decida. No cabrá la posibilidad de echar la culpa a los demás. Cada gobierno pechará con su propia responsabilidad de cara a los ciudadanos y estos también decidirán si les siguen votando o no… o si se cambian de autonomía. El gobierno más eficiente gastará menos para dar los mismos servicios y por tanto cobrará menos impuestos.
La pega fundamental es que, se dice, esto rompe la unidad del país (de la nación, de la patria, del estado, o como le quieran llamar). Creo que no. Este sistema ya existe en Navarra y en el País Vasco, se llama “concierto”, y funciona. Lo que produce falta de unidad es que nos estemos pegando unos y otros para ver quien arrampla con más dinero del erario común. Esta autonomía en los impuestos producirá sana competencia entre autonomías y quizá incluso aumente la movilidad regional entre los españoles, cosa buena para conocernos mejor.