Publicado en Expansión el 31 de agosto de 2010.
Históricamente el papel de la contabilidad ha sido el reflejar lo que debo en cada momento (pasivo) y lo que tengo (activo) y todo a coste histórico o coste de adquisición. Ejemplos: debo al banco 1M€ y pago interés fijo del 4% anual. En mi contabilidad aparece que debo un millón. Si los tipos de interés están al 2%, el valor de mercado de la deuda es mayor (supongamos 1,2 millones), pero en mi contabilidad aparece el número real, lo que debo, 1 millón. Otro ejemplo: compré una nave hace 10 años y me costó 1M€. Ahora estimo que el valor de mercado de esa nave es 2M€. Pero en mi contabilidad aparecerá 1M€ (menos la amortización y más las inversiones que haya añadido a la nave) y no mi “estimación de valor” de 2M€.
Este sistema de coste histórico tiene, como todos, sus ventajas y sus inconvenientes. Ventajas, los números que proporciona son reales. Inconvenientes, el balance no me sirve para saber cuanto vale la empresa. Para valorar la empresa hay que acudir a otros sistemas: hay que hacer una valoración. El balance sirve para lo que sirve: dar datos históricos. La valoración es otra cosa.
Desde los años 70, creo que por influencia de los académicos, los contables se han ido pasando a “valoradores”. Ahora se pretende que el balance refleje el valor de mercado de la empresa. Para ello habría que poner los activos y pasivos a valor de mercado. La diferencia entre ellos sería el valor de mercado del capital o de las acciones (patrimonio neto en la nueva terminología contable). Parece sensato, pero….
Para calcular el valor de mercado de activos y pasivos tengo que “estimar” (hacer suposiciones) sobre los flujos de caja que producirá el activo y los pagos que tendré que hacer por la deuda. Y tengo que descontar estos flujos a una tasa que es subjetiva y cambia continuamente y para cada empresa. El resultado es que ese supuesto “valor de mercado” se basa en suposiciones sobre el futuro, que cambian mucho de año en año. Además, algunas partidas del balance siguen a coste histórico y otras a valor de mercado.
El resultado final es que el balance (pasivos y activos) cambia mucho cada año y no hay manera de aclararse. No se sabe si recoge el coste histórico o el valor de mercado o una mezcla de ambos, que no sirve ni para unos ni para otros. Es lo que llamo contabilidad esquizofrénica, que a veces pretende valorar y a veces reflejar sólo datos reales de coste histórico. Y el resultado es la confusión.