Publicado en Expansión el 14 de septiembre de 2010.
Existe un principio esencial en las finanzas que se cumple casi siempre: riesgo y rentabilidad van juntos. Usted puede invertir en bolsa y corre un riesgo, pues puede perder el dinero. A cambio, espera obtener mayor rentabilidad. Si a usted no le gusta la incertidumbre (no quiere riesgo) y nunca quiere perder, tiene que comprar una letra del tesoro que le dará un 2% en lugar del 10% que le puede dar la bolsa en el largo plazo.
Este principio aplica también a las empresas. Las que operan en sectores más riesgosos, en promedio ganan más (pero son también más las que se hunden). Las que operan en sectores menos riesgosos, ganan menos, pero se hunden menos. De igual modo, un empresario puede poner su fábrica en Brasil, China o Nigeria, y si le va bien ganará más que si la pone en España. Pero tiene más probabilidad de que le vaya mal.
Este principio aplica también a la economía y a la sociedad en su conjunto: para ganar hay que arriesgar. Y si uno no quiere arriesgar, pues ganará menos. Una sociedad que no está dispuesta a aceptar la más mínima pérdida, es decir muy aversa al riesgo, en promedio crecerá menos (ganará menos) que una sociedad que tolera mejor las pérdidas.
Mi sensación es que nos estamos haciendo muy, pero que muy aversos al riesgo. No tengo datos para demostrarlo, pero sí bastante evidencia parcial que el lector puede completar o contrastar. Cada vez son más los jóvenes que quieren ser funcionarios (menos riesgo). Son muy pocos los que quieren montar su propio negocio. Nos cuesta mucho cambiar de ciudad para progresar profesionalmente. Nos cuesta incluso cambiar de función o de empresa, o cualquier cosa que suena a cambio. Un ejemplo histriónico: me comenta mi hermano el laboralista que un conductor de camiones quería demandar a su empresa porque le habían cambiado el modelo de camión de conducía habitualmente, por otro más nuevo, pero distinto y al que obviamente no estaba acostumbrado.
La sensibilidad ante las malas noticias (accidentes, desgracias personales o ambientales, etc.) ha aumentado muchísimo. Y esto en general es muy bueno. Se comenta: “ahora ocurren muchas desgracias”. Pero como dice mi amigo, “ahora muere menos gente de forma trágica, pero nos enteramos de todos y cada uno de ellos”. No digo que hay que dejar que las cosas sucedan. No. Hay que poner remedios oportunos pero proporcionados y razonables. El riesgo cero tiene un coste altísimo y en promedio hará que crezcamos menos.