Publicado en Expansión el 20 de Diciembre de 2010.
Consagración del templo de Sagrada Familia de Gaudí por Benedicto XVI. Ceremonia espectacular, desde el punto de vista religioso, artístico, de impacto mediático, etc. Dentro de los cientos de participantes, unas monjas limpian el altar. Y este sencillo acto levanta polémica y críticas airadas de los que consideran que limpiar es una tarea servil e indigna.
Es una pena que en ciertos ambientes de nuestra sociedad progre se considere el servicio como una tarea indigna. Ya es lástima que las tareas de servicio estén mal remuneradas, quizá no tiene solución (de momento). Pero al menos deberíamos mostrar aprecio, y mucho, por aquellos que nos hacen la vida más fácil y nos prestan servicios que otros no están dispuestos a prestar. La lista es interminable: desde la secretaria, hasta la empleada del hogar, la que cuida a nuestros mayores, o a nuestros niños, etc. Siempre he tenido mucha admiración por la señora de la limpieza que limpia todos los días mi despacho, por la noche, cuando nadie la ve. No la conozco, no sé quién es. Pero hace su trabajo a conciencia, sin esperar reconocimiento (nadie la ve). Gracias a ese trabajo oculto, el despacho está cuidado y se trabaja mejor. Ella contribuye calladamente a hacernos la vida, el entorno de trabajo en este caso, más agradable.
Pienso en muchas madres de familia que dedicaron su vida entera al cuidado de su familia, para hacer de su hogar un entorno de paz. ¡Qué ejemplo de servicio, dedicación, profesionalidad y sobre todo, qué cantidad de amor puesto en esa tarea! Según la mentalidad de algunos, una pérdida de tiempo, o una subyugación de la mujer por el hombre. Para mí, una muestra de amor que contribuye a un mundo mejor, pues sólo sembrando amor si construye un mundo mejor.
El espíritu cristiano ha contribuido a fomentar ese aprecio por el servicio, como consecuencia del amor a Dios y del amor a los demás que es el primer mandamiento cristiano. No es extraño que, si se pierde la herencia y los valores cristianos, las tareas de servicio sean vistas como una esclavitud. Porque se ha perdido el componente del amor como motor fundamental de esa actividad. Pero ojo, con egoísmo y yendo al propio rollo, construiremos un mundo invivible, del tipo “homo homini lupus” de Hobbes. Lo decía con frase clara la Madre Teresa de Calcuta: “El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz”.
Acabo. Hagamos aprecio de los que nos sirven. Su trabajo no tiene brillo humano, pero sí mucha relevancia. Queridos lectores: ¡Feliz Navidad!