Publicado en Expansión el 18 de diciembre de 2008.
A grandes males, grandes remedios. Por ahora las autoridades (sean gobiernos o bancos centrales) se afanan en las inyecciones de liquidez (transfusiones de sangre, ya que el enfermo no para de desangrarse). Pero habrá que acometer ya las reformas que eviten que el enfermo se vuelva a desangrar. De momento no he visto ninguna medida seria para curar al enfermo, aunque puede ser que yo esté mal de vista. Aquí propongo algunas medidas. Es el momento de los grades remedios.
Primero. Sería deseable que se hicieran públicas todas las ayudas al sistema financiero. Y en concreto, quién las otorga (sea el gobierno o el banco central, que no es lo mismo), a quién, tamaño de la ayuda y en qué formato (no es lo mismo un préstamo que una compra de acciones preferente, acciones ordinarias etc) y a qué coste. Si todo esto apareciera con claridad, mejoraría mucho la transparencia y por ende la confianza en el sistema.
Como la crisis es global, sería deseable que las reformas fueran globales. Para ello creo que bastaría con que la UE y USA se pusieran de acuerdo en las siguientes medidas.
Segundo. Sistema de contabilidad común para todos. Ganaríamos mucho en transparencia y nos evitaríamos abundantes costes de adaptación de la contabilidad a los caprichos del legislador local.
Entiendo que es imprescindible que se acabe con la ficción contable de los llamados “instrumentos fuera de balance”. Todo lo que tiene una empresa debe aparecer en el activo y todo lo que debe en el pasivo, para eso está el balance. Los instrumentos fuera de balance ya han causado suficientes quebraderos de cabeza.
Tercero. Reglas comunes (regulador común) para los mercados de capitales (bolsa, mercados de deuda y de dinero y otros instrumentos financieros). Una acción es igual en España, Francia y Estados Unidos. El funcionamiento de las bolsas es muy similar, aunque las hay que funcionan mejor que otras. No tiene sentido pues, tener un sistema regulador propio de cada país. No seria muy complicado analizar los sistemas de supervisión de cada país (CNMV en España, SEC en USA etc.) y adoptar las mejores prácticas de cada uno. Lo mismo se puede aplicar a la regulación bancaria.
Cuarto. Por último y ya mencionado en otros artículos, misma metodología y transparente para la calificación crediticia (agencias de rating).
En definitiva, se trata de que todos hablemos el mismo lenguaje, sin necesidad de traductor interpuesto, y así nos entenderemos mejor todos.