Publicado en Expansión el 12 de marzo de 2009.
Hay un dicho castizo, típico y ya antiguo, que dice “verlas venir, dejarlas pasar, estar de vuelta y saber trigonometría”. Me parece que es muy aplicable a las cualidades que un directivo debe tener.
“Verlas venir”. Es decir, anticiparse a lo que puede suceder. Prever las reacciones de las personas, de los mercados y de la economía. Ejemplo sencillo, si llevamos 7 años de boom económico, puede ser que sigamos con crecimiento, pero hay que prever que es posible que el boom se acabe y pronto y quizá de manera abrupta, como suele ser con cualquier crisis económica. Recuérdese que en España en el 92 estábamos eufóricos con las Olimpiadas, la Expo y el dólar a 90 pts. Y de repente entramos en recesión y el año 93 fue malísimo. Esta capacidad de verlas venir es aún más importante cuando se trata de anticipar la reacción de las personas (tanto las que tenemos debajo como las que tenemos arriba). Si no las “vemos venir”, será difícil que podamos dirigir bien, pues cuando llegue el problema ya será tarde y nos habremos estrellado.
“Dejarlas pasar”. No hay porque seguir todas las modas ni aplicar a pie juntillas lo que dice el último gurú del management. A veces somos demasiado “seguidistas”, seguimos lo que la última empresa famosa hace o lo que dice la revista de management de turno. Hay que escuchar, sí, pero hay que usar el sentido crítico y aplicar lo que oímos a nuestra empresa, sólo en la medida en que es aplicable y útil.
“Estar de vuelta”. No asustarse a la primera de cambio. Crisis ha habido muchas, cambios tecnológicos también, cambios en las reglas de juego también más. Y al final uno se va adaptando y nada cambia radicalmente de la noche a la mañana.
“Saber trigonometría”. En el decir castizo significa, que no siempre el camino más recto entre dos puntos es la línea recta. A veces el problema hay que enfrentarlo directamente y con fortaleza, por duro que sea. Pero otras veces es más prudente (y eficaz), rodear el problema sin enfrentarse a él, para poderlo solucionar. Ejemplo: Tengo un problema con el jefe, pues voy y se lo digo. Pero quizá es más prudente que sea otro con más influencia sobre el jefe, el que se lo diga. Y así solucionaré el problema de manera más eficaz, aunque con menos protagonismo.
No todos los directivos tienen estas cualidades. Ningún problema, puede que sean grandes ejecutivos, para ejecutar, aunque carezcan de la capacidad de dirigir. Lo importante es tener bien claro quien sirve para dirigir y quien para ejecutar.