Publicado en Expansión el 21 de octubre de 2009.
En pleno siglo XIX y en países tan desarrollados como Estados Unidos, la esclavitud se justificaba desde varios puntos de vista y con argumentos bastante moderados. La esclavitud –se decía- era esencial para el funcionamiento de la economía. Había que elegir entre dos bienes contrapuestos: el sostenimiento económico de la mayoría de familias agricultoras del país y el bien de los esclavos. Por otra parte, la esclavitud había existido siempre y no había creado problemas hasta que los abolicionistas aparecieron. Además, los esclavos recibían en muchísimos casos una educación y unos estándares de vida que no tenían en su país de origen, etc. En definitiva, no era una situación ideal, pero era un mal menor. Para los más radicales, la esclavitud se justificaba porque los esclavos “no eran personas” o “eran personas, pero menos”.
Por el contrario, los oponentes a la esclavitud parecían “fundamentalistas”: no había alternativa posible, “había que abolir la esclavitud”. Se basaban en un solo hecho: la esclavitud era radicalmente incompatible con la dignidad de la persona humana, y como este es un valor esencial, era innegociable, fueran cuales fueran los costes de la abolición. Al final, la realidad de la dignidad de la persona humana se impuso y la esclavitud fue abolida a finales del S.XIX.
Pienso que los mismos argumentos se pueden aplicar hoy a la realidad del aborto. Se presenta como un mal necesario ante la elección del bien del niño y el bien de la madre. Todos los argumentos son de conveniencia, ante casos extremos (sufrimiento o muerte de la madre, malformación del niño, etc.). Los defensores del aborto parecen “moderados” y los oponentes “talibanes”. ¿Por qué?. Porque para unos, el tema del aborto es un asunto de conveniencia, y para otros es un componente esencial de la dignidad de la persona humana, como es el derecho a la vida.
Al igual que a lo largo de los siglos se fue avanzando en el concepto de la dignidad de la persona humana, incompatible con la esclavitud, hoy se ha avanzado mucho en el conocimiento del ser humano desde su concepción. La ciencia es clara al respecto: en el útero hay un ser vivo, y ese ser vivo sólo puede ser un ser humano, cuya custodia (no propiedad) es de la madre. Pues bien, si hay un ser humano, no se le puede matar. Esto, que es tan claro hoy en día (no lo era hace siglos ni incluso hace años), lleva a los “pro vida” a ser “fundamentalistas (“no hay negociación posible”) como lo fueron los abolicionistas. Al final, no hay otra solución que la “abolición” del aborto, compatible con resolver los problemas que llevan a la madre a abortar.