Publicado en Expansión el 25 de noviembre de 2009.
Acabamos de celebrar la caída del muro de Berlín. Se nos ha presentado como un triunfo de la libertad. Me parece, sin embargo, que pocos han hablado del régimen comunista que construyó, no solo el muro en Berlín sino todo el telón de acero que aprisionaba a millones de personas en una cárcel-estado sin dejarlas salir.
Siempre me ha llamado la atención la enorme capacidad de marketing de la izquierda de origen marxista. El caso más paradigmático ha sido la Europa de los años 60 a 80. La realidad en los países comunistas era de ausencia total de libertad, en todas sus dimensiones: libertad política, de expresión, de movimientos, económica, religiosa, etc. Hasta el punto de construir un muro o un verdadero telón de acero para que la gente no se escapara.
Al mismo tiempo teníamos en Europa fuertes partidos comunistas y socialistas-marxistas que cosechaban muchísimos votos en la elecciones (en Italia el PCI era el segundo partido, en Francia el PCF era el tercero). Y en las universidades, el credo a sostener por todos era el marxista, en cualquiera de sus versiones (maoísta, leninista, trostkista, etc). El resultado del modelo marxista lo podíamos ver con nuestros ojos (un horror!). Y sin embargo la izquierda tenía la capacidad de convencernos de que el modelo marxista nos llevaría a una nueva era de progreso y felicidad. Realmente hace falta ser un genio del marketing para convencer a la población de que lo que ven no es real y de que lo que prometen sí lo es. ¡Unos genios del marketing!
Desde su origen el marxismo ha pretendido mover a las masas, más que captar la voluntad de los individuos concretos. Es lógico, pues, que hayan desarrollado una buena metodología al respecto. La característica clave de esta metodología es no mirar a la realidad (no dar datos), salvo para exacerbar los errores del contrario y, eso sí, presentar promesas de un mundo idílico en el que todos estamos de acuerdo, pero sin decir como llegaremos a él. Me parece que buena parte de la izquierda de hoy (de origen marxista) sigue con la misma metodología y realmente dominan el marketing como nadie (aunque ya no sean marxistas).
Creo, sin embargo, que en la medida que el nivel de formación aumenta en la población, será cada vez más difícil utilizar esas “técnicas de masas” y los individuos pediremos resultados concretos antes de decidir nuestro voto. Gobernará, no el que mejor hable y más prometa, sino el que mejores resultados presente. Ojalá sea así.