Publicado en Expansión el 21 de septiembre de 2010.
Hace dos semanas, la prensa internacional, desde Pakistán a Estados Unidos, pasando por Europa, ha estado dominada por el asunto del Pastor Jones y su quema de Coranes. Un individuo desconocido con una idea peregrina, atrae la atención de los medios de comunicación y por tanto de los políticos de todo el mundo. Se trata de “decirla y bien gorda”, que eso es noticia y vende. Pero también crea malestar y lo que es peor, en masas fáciles de radicalizar, puede crear violencia y mucha.
También hace dos semanas. Día 11 de Septiembre, Diada de Cataluña. Celebración normal, sin muchas declaraciones altisonantes. Pero resulta que dos encapuchados queman un retrato del Rey, y esto es portada, y grande, en algunos periódicos. Resultado, comentarios en las tertulias, enfado generalizado y más crispación entre catalanes y resto de españoles. Una vez más, a dos violentos que habrían pasado inadvertidos, se les presta un altavoz mediático que expande su mensaje violento y sembrador de odios.
Lo hemos visto ya en muchas ocasiones. Trescientas personas pacíficas asisten a una conferencia, 10 violentos intentan boicotearla. Los diez violentos son los que salen en los periódicos y generan ruido. Imagino que cuando vuelven a su casa y se ven en todos los telediarios se sentirán orgullosos y se autoanimarán para hacer actos más violentos que generen más ruido y promuevan su causa.
El sistema ya lo inventó Goebbels: con los medios de comunicación puedes crear une estado de opinión que manipule a la sociedad. Digo algo políticamente incorrecto, que la opinión pública se puede manipular, pero la evidencia al respecto es abrumadora. En el último año hemos tenido varios ejemplos de “alarma social” que a los cuatro días desaparece, una vez que no encuentra eco en la opinión publicada. Y el problema es que los medios de comunicación también pueden ser manipulados por cuatro violentos, porque es más noticia (y vende más) los 10 violentos que boicotean que los 1000 que asisten a la conferencia pacíficamente.
Al final el mensaje para el resto de la sociedad, es que si quieres reivindicar algo, tienes que hacer ruido, y como la gente se acostumbra a todo, tienes que hacer mucho ruido, es decir, hacerla o decirla cuanto más gorda mejor. Manifestarte en medio de la ciudad, cortar una autopista, un aeropuerto, en fin, fastidiar al ciudadano común, para que el político se alarme y actúe favoreciendo a los violentos para que no den la brasa.
No hace falta restringir la libertad de información, pero sí sería deseable que los medios de comunicación se autocontrolaran para no hacer eco a los violentos.