Artículo publicado en Expansión el 30 de marzo de 2011.
Hablaba yo recientemente con un político, sobre la necesidad de reducir el gasto público. Su respuesta fue: “Edu, en tiempos de crisis tenemos que estimular la demanda, que si no el país se para”. Esta opinión está muy extendida tanto en la clase política como en la opinión pública en general. Es el llamado enfoque keynesiano que ve en el gobierno el gran motor de la economía. Creo que esto es erróneo y nos ha llevado a muchos problemas que, a la postre, pagan los ciudadanos.
Según este enfoque, si la demanda de un producto aumenta, surgirán empresas que vendan ese producto, estas empresas crearán empleo y la economía empezará a funcionar. Basta pues con que el Estado dé dinero para crear esa demanda. En esta idea se basaba el famoso plan E que nos costó 8.000 millones de dinero público para construir aceras. Las empresas que se lucraron de esa ayuda subsistieron durante un año más, para luego acabar muriendo si no eran competitivas y sobreviviendo las que sí lo eran.
Imagínese usted que su empresa fabrica yogures y que las ventas empiezan a bajar dramáticamente, porque su producto ya no es competitivo (por precio alto o calidad baja). Idea brillante: dar dinero a los empleados para que se lo gasten comprando sus yogures. Las ventas volverán a subir y quizá usted se quede tranquilo temporalmente. Pero la empresa perderá más dinero y además estará escondiendo el verdadero problema: que su producto no es el que era. En definitiva, usted se está haciendo trampas al solitario. Pues esto mismo es lo que hace el Estado con las llamadas políticas de fomento de la demanda.
Lo que hay que hacer, en mi opinión, es estimular la economía y no estimular la demanda. Y para estimular la economía necesitamos que las empresas de aquí vendan más. Y para vender más, tienen que ser competitivas, es decir, producir producto de calidad a precio competitivo en el mercado, y luego salir a venderlo fuera si, por lo que sea, aquí la demanda no tira. El gobierno puede ayudar en esta tarea: regulaciones sencillas y pocas, infraestructuras que abaraten costes, fomentar el brand name del país, mejorar la educación, etc, etc.
Lo que el gobierno puede y debe hacer es facilitar la vida a la empresa. Para ello, lo primero que tiene que tener claro, es que la empresa es el motor de creación de riqueza y bienestar para el ciudadano, y no un explotador indeseable. Sería bueno que el gobierno fomentara un mayor reconocimiento social para la empresa y el empresario.