El Instituto Nacional de Estadística (INE) acaba de publicar el dato (adelantado) del Índice de Precios de Consumo (IPC) de Agosto 2014, que baja un 0,2% con respecto a agosto 2013. Los precios siguen bajando. Pero bajan menos que en meses anteriores. En cualquier caso, en mi modesta opinión, una caída de precios del -0,2% es tanto como decir que los precios no han bajado. ¿Por qué? Sencillamente porque el número empieza por 0. Del mismo modo que una subida de precios del +0,3% es lo mismo, a efectos prácticos, que decir que los precios continúan estables.
Desde verano del 2013 la inflación en España, medida por el IPC, se ha movido entre el +0,3% (nada) y el -0,5%, (también nada). A lo largo de este año 2014 hemos tenido un IPC negativo, por primera vez en decenas de años. Esta situación, insólita, ha disparado los comentarios sobre los riesgos de la deflación y los muchos males que nos puede acarrear. Yo personalmente, creo que no hay para tanto… ni para nada. Me explico.
El falso círculo vicioso de la deflación
El razonamiento de los economistas preocupados con la deflación es más o menos así: una bajada generalizada y persistente de precios hace que las empresas vendan menos y ganen menos; como ganan menos, echan gente a la calle y como hay más paro, el consumo baja y las empresas vuelven a vender menos. Y así entramos en un círculo vicioso que nos lleva a la ruina.
Yo creo que la realidad es más sencilla. Veámoslo con un ejemplo. Un restaurante baja los precios cuando empieza a estar medio vacío porque el personal ya no puede o quiere pagar 15€ por un menú del día. Ahora ofrece menú de crisis a 9€, incluso a 6€ y 4€. Gracias a eso, el cliente vuelve a ir al restaurante, con lo que este se vuelve a llenar (aunque poco a poco).
El restaurante y sus empleados ganan menos que durante el boom de hace ya siete u ocho años, pero han conseguido sobrevivir y mantener el empleo de los dos camareros y cocinero. De no haber bajado los precios, el restaurante hubiera cerrado y sus empleados estarían en el paro, lo que sí sería malo para el consumo y la economía, además de para las personas.
¿Y cómo sobreviven los empleados con menor salario? Pues gracias a que el resto de empresas han hecho lo mismo: bajar precios. Ahora los alimentos y muchos bienes básicos son más baratos: basta pasarse por un supermercado o ver los múltiples anuncios de “precios anticrisis”, es decir, precios baratos. Todos hemos hecho lo mismo, ajustarnos el cinturón para ofrecer nuestros productos más baratos. El resultado es que sobrevivimos con 800 euros cuando antes necesitábamos 1.000.
¿Y cuándo subirán los precios? Pues, mejor que no suban. Pero subirán inexorablemente cuando el dueño del restaurante vea que está a tope y no tiene capacidad de servir tanta comida (según los economistas, cuando la demanda sea mayor que la oferta). ¿Y cuándo se creará empleo? Pues cuando el restaurante esté a tope y el restaurador vea que necesita más camareros para dar más comidas.
Las empresas han hecho un esfuerzo encomiable para dar los mismos servicios y productos a menor coste. Gracias a eso hemos ido sobreviviendo. La bajada de precios no es un problema, ha sido parte de la solución.
Versión editada y actualizada del artículo publicado en El Periódico el 2 de octubre de 2014.
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Me parece perfecto, pero cuanto tiempo habremos de esperar el día en que la demanda sea mayor que la oferta para poder vivir tranquilos? Que se podría hacer para dejarle claro a la clase política que ellos son los que pueden hacer que ese día se acerque en lugar de que se aleje?
Saludos y salut
Mi modesta opinión o respuesta al comentario:
El mejor modo de entender la economía es viéndola como la suma de todo lo que venden las empresas, de hecho esa es la realidad. Luego los economistas hablan de demanda agregada, de oferta, etc, pero eso son agrupaciones más o menos teóricas de la realidad y sin vida propia. Me explico.
Si queremos que la economía de aquí crezca hace falta que las empresas de aquí vendan más y para ello: que tengan buen producto, barato (que sean competitivas) y que salgan a vender. Si venden más es porque alguien habrá comprado y la demanda agregada habrá subido. Pero el origen de las mayores ventas (y mayor empleo) no está en que la demanda suba, eso es la consecuencia; la causa es que las empresas son capaces de vender más.
Pretender que suba la demanda para que las empresas vendan es tanto como situarse en la tienda sin hacer nada y esperar a que los clientes entren a raudales sin hacer nada para atraerlos. Eso sólo funciona durante algunas cortas temporadas (que suelen ser de burbuja económica).
Tiendo a pensar que con los planteamientos macro erramos el tiro.
Otra cosa distinta es el hecho de que hay muchos sectores que dependen en alguna (o buena) medida, del sector público y este debe gastar para facilitar que esas empresas (que pueden ser sectores muy importantes) consigan vender. Pero el foco, una vez más, estaría en la empresa y no tanto en la demanda agregada.
Es cierto que los precios se han moderado, pero la renta disponible ha bajado mucho más, vía impuestos y recortes salariales. El efecto práctico para las familias es el de una inflación moderada. Y para nuestra economía supone una devaluación vía renta disponible. Lo cierto es que el PIB crece, y no sólo por la mejora de la balanza exterior, sino que lo hacen también el consumo y la inversión empresarial. Incluso se han corregido al alza las previsiones de crecimiento para el 2014 y el 2015. Y además se empieza a crear empleo. La moderación de los precios de los alimentos y de los productos energéticos ha contribuido especialmente al dato de inflación. Que el impacto en esta variable se deba sobre todo a esos factores creo que es bueno para nuestra recuperación económica.
Es interesante leer al respecto el artículo «Una súplica por una deflación moderada», de George Selgin, profesor asociado de economía en la Universidad de Georgia y académico adjunto del Cato Institute. El autor sostiene que: «…la deflación no tiene por qué ser una receta para la depresión. Por el contrario, una deflación moderada puede ser una buena noticia, siempre y cuando sea el tipo correcto de deflación.»…
Lo pueden leer aquí: http://www.elcato.org/publicaciones/ensayos/ens-2003-08-15.html
Apreciado professor,
Es indiscutible q es mejor vender algo un poco mas barato, q no venderlo y tener q cerrar. Pero con el nivel de deuda, tanto privado como publico q tenemos, la deflacion creo es un problema. Y como los politicos tienen una addiccion a la deuda, para la cual todavia no hay una teràpia eficaz, esto no pinta muy bien…
En fin, gracias por el blog !
Martí Monras
Estoy de acuerdo Eduardo.
Una deflación moderada puede ser buena sobre todo para los que no tienen deuda, lo que ocurre es que la deuda (pública y privada) es la principal losa que no permite levantar cabeza a nuestra economía.
Generalizar es arriesgado y en todo caso el dato de inflación o deflación es una “media de medias” y sería bueno para analizarlo mejor y llegar a conclusiones como las de tu post diseccionar ese dato y ver qué bienes o servicios bajan realmente de precio y aquellos que suben. Por ejemplo, pese a tener una inflación próxima a cero el precio de la energía, los servicios públicos y los impuestos no para de subir… y eso es muy mala noticia para la competitividad de las empresas. Para mantener la media a “cero” significa que otros servicios han bajado mucho de precio y me temo que uno de ellos es el precio de la mano de obra, lo que también es una mala noticia para una parte de la sociedad.
Saludos,
Javier del Agua
Eduardo,
Estoy de acuerdo contigo, pero veo dos pequeños problemas. La administración no baja sus precios (Impuestos) más bien lo contrario y luego
el segundo problema es nuestro pasivo que no baja, y estamos en un país donde el pasivo nacional es superior al activo nacional, es decir nos financian los extranjeros.
Los gobiernos son los que más se alarman por la deflación, por el simple hecho que les perjudica su bolsillo. Ya que por diversas razones funcionan emitiendo deuda que pagaremos con impuestos y también con la inflación, fíjense que el éxito es tremebundo. Vivir de la VISA no se sabe hasta cuándo. En lo que refiere al cómputo correcto de la inflación me da mí que no tienen en cuenta que empresas, venden menos cantidad del mismo producto pero mantienen el precio. Ejemplo. en vez de 1 litro de limonada, ahora son 750ml manteniendo el precio, la barra de pan es más pequeña que hace unos años o de peor calidad, cartuchos de tinta con menos capacidad….etc, bajas el precio del menú y pones menos comida y menos platos a escoger.
Si nos remontamos a los últimos emperadores romanos se conoce que pagaron a las legiones en denarios devaluados (vamos si se cubrieron de gloria), provocando motines, deserciones e incluso golpes de estado. Pero no es hasta el siglo veinte que la inflación se empezó a utilizar como impuesto, principalmente en tiempos de guerra, para evitar los efectos negativos de las subidas de impuestos directos sobre la opinión pública. Hoy ya da igual, van golpe de decreto suben IVA, IRPF, o crean más impuestos, aunque todo el mundo proteste.
Otros ejemplos históricos del uso de la inflación como impuesto que me vienen a la cabeza: Roosevelt que devaluó el dólar en 1935 (y confiscó el oro en manos privadas) para financiar los planes de gasto público del New Deal, y años más tarde Nixon creo que en el 70, para financiar la guerra en Vietnam, y luego suspendió definitivamente la convertibilidad del dólar con el oro.
Coincido con tu análisis, Eduardo: la deflación de salarios y costes ha sido parte de la solución de los excesos vividos en etapas pasadas, recuperando parte de la competitividad perdida y reduciendo el déficit comercial del 10% que teníamos en un tiempo récord (gracias, también, a la caída de demanda interna). No obstante, como mencionas, la reducción de precios constantemente no es algo positivo porque posterga las decisiones de compra-inversión y acrecenta el círculo vicioso de la recesión, salvo que provenga, como creo que es la situación actual, por una mejora de productividad y de reducción de costes energéticos lo que provoca no sólo una caída de los precios con un mantenimiento e, incluso, aumento de las rentas (porque el ajuste fuerte de salarios ya se ha producido), sino una reducción del déficit exterior por el saldo energético (y mucho, creo, derivado del fracking). El problema viene si se produce un tercer estancamiento global y, por mucho que hayan caído los precios, no hay demanda para comprar nuestros productos y se vuelve a la espiral de bajada de salarios…